Alhama de Granada fue otro ejemplo de la crueldad de los invasores. Sus habitantes sí hicieron frente a los soldados de Sebastiani, a los que hicieron huir. Volvieron más tarde protagonizando una sanguinaria represalia ante una población civil e inerme.
Más de 33.000 granadinos se levantan en pie de guerra contra Napoleón; más que lo ordenado por la Junta Central cuando las tropas de Sebastiani entraron en Granada en enero de 1810 Los franceses imponen su impronta: el Teatro del Campillo se inaugura con la denominación de Teatro Napoleón
02/05/2008.- GRANADA será tomada por los ejércitos napoleónicos en enero de 1810. No obstante, la población -contrariamente a sus instituciones y autoridades- se movilizó desde el primer momento para impedir el avasallamiento por el yugo extranjero nada más tener conocimiento, el 6 de mayo, de los hechos que protagonizaba el pueblo de Madrid el día 2 de mayo de 1808, donde murió el cadete granadino Juan Vázquez Afán de Ribera. Granada responde ante estas humillantes noticias con la respuesta mayoritaria de los territorios del suelo patrio, organizando un movimiento que va a encabezar la Junta de Defensa al mando del general Ventura Escalante, que también está al frente de la Capitanía General, sin atisbar las dimensiones históricas que alcanzaría la invasión en estos primeros momentos de rechazo popular.
Casi veinte meses después, a pesar de esta resistencia, las tropas del Emperador francés, al mando del general Horacio Sebastiani, conde por título nobiliario, tomarán la ciudad andaluza. Primero para, mediante importantes y bellas obras, transformarla profundamente y dejar su huella; después para, también, dejar huella en este caso de destrucción y odio. Es el 4º Cuerpo de Ejército el que tiene la encomienda de entrar en Granada. Cuando se tiene noticias de que están a sus puertas, antes de que la invadan, la ciudad ya está invadida por la duda: si hacer frente al francés al modo como lo han hecho mujeres y hombres en Madrid o Zaragoza, hasta derramar la última gota de sangre y ser inmortalizada por Goya como aquellas, o la entrega sin lucha. Se optó por lo segundo. Una delegación del cabildo salió al encuentro del general francés para cumplir con el ritual de la entrega. Por el contrario, esta delegación recibió el desaire chulesco y la exigencia de un «préstamo forzado» de cinco millones de reales.
Cuatro días después, los ejércitos imperiales franceses prosiguen sus conquistas: por Alhama avanzan para tomar Málaga, en la que confluyen otras tropas que, también saliendo de Granada, pasan por Loja y Antequera sin apenas encontrar oposición armada. Alhama de Granada fue otro ejemplo de la crueldad de los invasores. Sus habitantes sí hicieron frente a los soldados de Sebastiani, a los que hicieron huir. Volvieron más tarde protagonizando una sanguinaria represalia ante una población civil e inerme.
Más de 33.000 granadinos se levantan en pie de guerra contra Napoleón; más que lo ordenado por la Junta Central cuando las tropas de Sebastiani entraron en Granada en enero de 1810 Los franceses imponen su impronta: el Teatro del Campillo se inaugura con la denominación de Teatro Napoleón
02/05/2008.- GRANADA será tomada por los ejércitos napoleónicos en enero de 1810. No obstante, la población -contrariamente a sus instituciones y autoridades- se movilizó desde el primer momento para impedir el avasallamiento por el yugo extranjero nada más tener conocimiento, el 6 de mayo, de los hechos que protagonizaba el pueblo de Madrid el día 2 de mayo de 1808, donde murió el cadete granadino Juan Vázquez Afán de Ribera. Granada responde ante estas humillantes noticias con la respuesta mayoritaria de los territorios del suelo patrio, organizando un movimiento que va a encabezar la Junta de Defensa al mando del general Ventura Escalante, que también está al frente de la Capitanía General, sin atisbar las dimensiones históricas que alcanzaría la invasión en estos primeros momentos de rechazo popular.
Casi veinte meses después, a pesar de esta resistencia, las tropas del Emperador francés, al mando del general Horacio Sebastiani, conde por título nobiliario, tomarán la ciudad andaluza. Primero para, mediante importantes y bellas obras, transformarla profundamente y dejar su huella; después para, también, dejar huella en este caso de destrucción y odio. Es el 4º Cuerpo de Ejército el que tiene la encomienda de entrar en Granada. Cuando se tiene noticias de que están a sus puertas, antes de que la invadan, la ciudad ya está invadida por la duda: si hacer frente al francés al modo como lo han hecho mujeres y hombres en Madrid o Zaragoza, hasta derramar la última gota de sangre y ser inmortalizada por Goya como aquellas, o la entrega sin lucha. Se optó por lo segundo. Una delegación del cabildo salió al encuentro del general francés para cumplir con el ritual de la entrega. Por el contrario, esta delegación recibió el desaire chulesco y la exigencia de un «préstamo forzado» de cinco millones de reales.
Cuatro días después, los ejércitos imperiales franceses prosiguen sus conquistas: por Alhama avanzan para tomar Málaga, en la que confluyen otras tropas que, también saliendo de Granada, pasan por Loja y Antequera sin apenas encontrar oposición armada. Alhama de Granada fue otro ejemplo de la crueldad de los invasores. Sus habitantes sí hicieron frente a los soldados de Sebastiani, a los que hicieron huir. Volvieron más tarde protagonizando una sanguinaria represalia ante una población civil e inerme.
Desidia local
Desde ese 28 de enero, los soldados de Sebastiani habitarán Granada durante los dos próximos años. Primero, la desidia y falta de coraje de las autoridades locales, y después la corriente afrancesada que, como en todas partes, arraigó en algunas capas sociales, aligeraron de inconvenientes la estancia invasora. Cabildo, Chancillería, Capitanía y, en parte, la propia Junta, darán muestras de desconcierto cuando no de complacencia. De simple 'alboroto' calificará el primero los sucesos del 2 de mayo en Madrid. Los demás piensan que se trata de grupos incontrolados al margen de la ley. «Infames ideas de un corto número de facciosos y tumultuarios», dice el Consejo de Castilla mediante acuerdo del Supremo Tribunal de la Nación. Queda claro desde el primer momento que Granada se parte en dos, la postura contemporizadora de los estamentos oficiales y la de la población, irritada y a la espera de acontecimientos.
Los vientos de la Ilustración también habían alcanzado a las más letradas. De otra parte, la bonanza económica del siglo pasado había dado paso a un claro declive con una generalizada escasez. Granada estaba sacudida en este comienzo de siglo por fenómenos naturales adversos (terremotos, lluvias torrenciales), que dejaban desolación, y enfermedades, algunas provocadas por la inexistencia de servicios públicos para garantizar la higiene.
Por lo demás, la vida en Granada en esos inicios de 1808 transcurría sin más sobresaltos. En abril, los estudiantes quemaron el retrato del otrora todopoderoso Godoy y la población en general celebró la entronización de Fernando VII. Una orden de la Junta, que tenía las funciones de Gobierno en Madrid, mandó ser impresa por Fernando Osorno, intendente de la provincia de Granada, para general conocimiento y acatamiento de que la población permaneciese tranquila. Las comunicaciones de la época no permitían un conocimiento más preciso de la situación; tampoco más puntual en el tiempo.
A finales de mayo, José Santiago, teniente de artillería, llega a Granada desde Sevilla para entrevistarse con el presidente de la Junta y capitán general Escalante. Su presencia fue advertida rápidamente por la población. Traía órdenes expresas de la Junta sevillana de apoyar al monarca español frente a los designios preparados por los Bonaparte para España. Desde un balcón de la Chancillería, el 29 de mayo, el mensajero enardece a la masa de granadinos que copan Plaza Nueva dando vivas al rey Fernando VII . La jornada siguiente, día de San Fernando, nuevas manifestaciones multitudinarias exigen la proclamación de 'El Deseado' monarca para conjurar la de 'Pepe Botella', piden la constitución de la Junta para luchar por la Independencia, así como la declaración de guerra a los franceses. El profesor Martínez Ruiz es del parecer de que fue el padre Puebla, un fraile de la Orden de los Jerónimos, el promotor de la Junta y de los miembros que habrían de integrarla, como así ocurrió el día 1 de junio, titulándose como Junta Suprema de Gobierno de Granada.
Martínez Ruiz asevera que «pocas ciudades como Granada, una vez constituida la Junta de Defensa, pusieron a contribución de la causa de Fernando VII, tantos recursos, empeños y trabajos. Solamente en el plano militar y desde octubre de 1808 a mayo de 1809, Granada puso en pie de guerra a 33.000 hombres, un número muy superior al ordenado por la Junta Central».
A finales del verano de 1812, los franceses dan por terminada su aventura en la península ibérica. El abandono de Granada por las tropas bonapartistas se producirá de manera inversa a la llegada. Se fueron concentrando en la vecina Málaga la mayoría de las presentes en Andalucía, y desde allí alcanzaron Granada en su huida. No van solos: les acompañan los afrancesados en su camino al exilio. Es una buena opción ante el exaltado ánimo de los patriotas españoles que se aprestan a procurar represalia y venganza para los colaboracionistas del invasor. Ambos contingentes están en Granada a últimos de agosto de 1812.
Ese mes de agosto, el día 11, ocurre un hecho decisivo en el acontecer de este episodio trascendental de la historia de España y que marca el inicio de la Edad Contemporánea. En Arapiles, el general inglés Wellington, aliado de España, vence en una batalla decisiva que le coloca en condiciones inmejorables para tomar Madrid. Lo mismo ocurre en Granada. Las tropas del general Ballesteros se aprestan a tomar la ciudad y expulsar a los franceses. El 17 de septiembre de 1812 los invasores dan de antemano por perdida la eventual batalla contra los españoles y se dirigen hacia Murcia dejando la ciudad en manos de las tropas cuya presión propició su liberación. Granada vuelve a manos de los granadinos. (IDEAL Digital)
Desde ese 28 de enero, los soldados de Sebastiani habitarán Granada durante los dos próximos años. Primero, la desidia y falta de coraje de las autoridades locales, y después la corriente afrancesada que, como en todas partes, arraigó en algunas capas sociales, aligeraron de inconvenientes la estancia invasora. Cabildo, Chancillería, Capitanía y, en parte, la propia Junta, darán muestras de desconcierto cuando no de complacencia. De simple 'alboroto' calificará el primero los sucesos del 2 de mayo en Madrid. Los demás piensan que se trata de grupos incontrolados al margen de la ley. «Infames ideas de un corto número de facciosos y tumultuarios», dice el Consejo de Castilla mediante acuerdo del Supremo Tribunal de la Nación. Queda claro desde el primer momento que Granada se parte en dos, la postura contemporizadora de los estamentos oficiales y la de la población, irritada y a la espera de acontecimientos.
Los vientos de la Ilustración también habían alcanzado a las más letradas. De otra parte, la bonanza económica del siglo pasado había dado paso a un claro declive con una generalizada escasez. Granada estaba sacudida en este comienzo de siglo por fenómenos naturales adversos (terremotos, lluvias torrenciales), que dejaban desolación, y enfermedades, algunas provocadas por la inexistencia de servicios públicos para garantizar la higiene.
Por lo demás, la vida en Granada en esos inicios de 1808 transcurría sin más sobresaltos. En abril, los estudiantes quemaron el retrato del otrora todopoderoso Godoy y la población en general celebró la entronización de Fernando VII. Una orden de la Junta, que tenía las funciones de Gobierno en Madrid, mandó ser impresa por Fernando Osorno, intendente de la provincia de Granada, para general conocimiento y acatamiento de que la población permaneciese tranquila. Las comunicaciones de la época no permitían un conocimiento más preciso de la situación; tampoco más puntual en el tiempo.
A finales de mayo, José Santiago, teniente de artillería, llega a Granada desde Sevilla para entrevistarse con el presidente de la Junta y capitán general Escalante. Su presencia fue advertida rápidamente por la población. Traía órdenes expresas de la Junta sevillana de apoyar al monarca español frente a los designios preparados por los Bonaparte para España. Desde un balcón de la Chancillería, el 29 de mayo, el mensajero enardece a la masa de granadinos que copan Plaza Nueva dando vivas al rey Fernando VII . La jornada siguiente, día de San Fernando, nuevas manifestaciones multitudinarias exigen la proclamación de 'El Deseado' monarca para conjurar la de 'Pepe Botella', piden la constitución de la Junta para luchar por la Independencia, así como la declaración de guerra a los franceses. El profesor Martínez Ruiz es del parecer de que fue el padre Puebla, un fraile de la Orden de los Jerónimos, el promotor de la Junta y de los miembros que habrían de integrarla, como así ocurrió el día 1 de junio, titulándose como Junta Suprema de Gobierno de Granada.
Martínez Ruiz asevera que «pocas ciudades como Granada, una vez constituida la Junta de Defensa, pusieron a contribución de la causa de Fernando VII, tantos recursos, empeños y trabajos. Solamente en el plano militar y desde octubre de 1808 a mayo de 1809, Granada puso en pie de guerra a 33.000 hombres, un número muy superior al ordenado por la Junta Central».
A finales del verano de 1812, los franceses dan por terminada su aventura en la península ibérica. El abandono de Granada por las tropas bonapartistas se producirá de manera inversa a la llegada. Se fueron concentrando en la vecina Málaga la mayoría de las presentes en Andalucía, y desde allí alcanzaron Granada en su huida. No van solos: les acompañan los afrancesados en su camino al exilio. Es una buena opción ante el exaltado ánimo de los patriotas españoles que se aprestan a procurar represalia y venganza para los colaboracionistas del invasor. Ambos contingentes están en Granada a últimos de agosto de 1812.
Ese mes de agosto, el día 11, ocurre un hecho decisivo en el acontecer de este episodio trascendental de la historia de España y que marca el inicio de la Edad Contemporánea. En Arapiles, el general inglés Wellington, aliado de España, vence en una batalla decisiva que le coloca en condiciones inmejorables para tomar Madrid. Lo mismo ocurre en Granada. Las tropas del general Ballesteros se aprestan a tomar la ciudad y expulsar a los franceses. El 17 de septiembre de 1812 los invasores dan de antemano por perdida la eventual batalla contra los españoles y se dirigen hacia Murcia dejando la ciudad en manos de las tropas cuya presión propició su liberación. Granada vuelve a manos de los granadinos. (IDEAL Digital)