José Ignacio Molina recibe un reconocimiento por parte del Granada CF



 El alhameño recibió una placa de honor por parte de la entidad por su proyecto "Por el muro de Adriano" en Reino Unido.

 El miércoles día 24 de septiembre y con motivo de la jornada 5 del campeonato domestico de fútbol de España fue la fecha elegida por el club nazarí para hacer un reconocimiento al alhameño José Ignacio Molina por motivo de su proyecto por Reino Unido.

 Cinco minutos antes de que empezara el partido entre el Granada y el Levante y ante 15700 espectadores Javier Rufete, jefe de prensa, entregó una placa conmemorativa en la que el club reconocía el esfuerzo y el trabajo de José Ignacio. Momento también en el que se emitía un video en el que Ignacio daba las gracias tanto al club como a la gente que le ayudó e hizo posible que su aventura saliera adelante. Con un sonoro aplauso de los Cármenes y en especial de sus amigos, familia y colaboradores que estaban en una esquina del estadio y tras posar para los medios se despidió.

 Tras la entrega se anunció que en el descanso se emitiría un video sobre el viaje. Un pequeño resumen del proyecto con música para la ocasión del cantante también alhameño Lucius Blue (Rafa el Pólvora) que compuso el tema para la ocasión y con el que se amenizó a la afición granadinista.

 El 14 de febrero de 2014 partía junto a su primo Jorge Cáceres a Glasgow para desde ahí y en bicicleta recorrer más de 3.000 kms. en una ruta por Escocia, Inglaterra y Gales cuyo orientación eran los estadios y equipos emblemáticos del fútbol británico, proyecto universitario que le apadrinó el Granada C.F. Tres meses después, 10 de mayo, llegaban a Alhama tras terminar la ruta en Londres. La jornada 37 fue en primer lugar el día elegido para el reconocimiento pero el club se jugaba la permanencia y se pospuso al inicio de la temporada siguiente.



Por su parte José Ignacio escribió en su web porelmurodeadriano.com

¡La narrativa ya tiene final!

 Eso busco, la caprichosa dirección de una brújula que me lleve a volver a explorar, a sentir placer, a sentirte vivo y así fue ese momento en los Cármenes. Instantes efímeros que te inflan de oxígeno. Momento en que callas y clamas ser afortunado por volver a encontrar fotografías para tu desorientada mente.

 Explorar. Desde que nacemos no hacemos más que explorar. Abrimos los ojos aquella primera vez para empezar nuestro partido, al inicio todo era aventura, cada situación era nueva, el olor del café  ¿recuerdas?, de la tracción total pasamos a dos piernas y carcajadas que dibujaban nuestra sonrisa. Pasaban los meses y el ritmo de impactos emocionales y la intensidad de las vivencias tenían un ritmo frenético, año a año con temporadas de mucho descubrir. Había mucho balón con porterías entre aceras y descubres la sibilina mirada de ella, tu mente se dilata y el laberinto va aumentando. Van sumando verdades, hipótesis e interrogaciones. La velocidad del tiempo es de crucero a galope y no paras de inventar y probar. El tacto de sus labios quieres repetirlo, te hace sentir bien sin saber aún que es el mejor desoxidante para el ser humano. Algo has hecho mal y tu estómago te habla. Suena un chasquido, un tapón ansioso por salir, salen burbujas y sabe extraño. Ritmos a conciencia te relajan o excitan, suenan timbres, buscas y te buscan. Pasan etapas y el ritmo de impactos emocionales va bajando, cada vez a más y por mecanismo nuestra mente nos hace repetir las que han sido experiencias gratificantes, nos hacen sentir bien. Tropiezas varias veces con mismas piedras, adquieres habilidades, cambia el terreno de juego, el significado se adorna con matices y en el interior de su chaqueta esconde palabras. Tu identidad se va forjando por donde caminan tus zapatos, convences a tu confianza como bien puedes. Conoces los aplausos y ya sean huecos o no los quieres. Quieres sentirte querido y optas por la pertenencia, poder o éxito. Das y recibes en una balanza clave. Lloras. Más interrogaciones y no hay respuestas. Tu instinto animal cambia algo. Benditos preliminares y algunos finales ¿eh?. Tiras horas, no sirven las que usas y las que piensas con quehaceres no las haces. Sigues encontrando sentido sea por donde sea, tu mente hace la jugada e inventa un nuevo sistema pero sin darte cuenta exploras menos, cada vez aún menos, va pasando el tiempo y estás bien, tienes objetivos ya sean cuales sean. Te lo pasan bien y tienes vivencias pero el ritmo de impactos emocionales es muy lejano al de hace años. En tu zona de confort todo lo tienes ordenado. Arriesgas. Decides hacer algo, te das cuentas de como convencerte, atiendes a ese sabor, entiendes aquel guiño. Preguntas y vuelves a preguntar. Como en tantas veces te arrepientes. Eliges. Tienes buenas sensaciones y decides. No paras de intentar de hacer goles con colchones como testigos. Te mereces esa fiesta y aquella. Te vuelves más sutil. Aprendes a olvidar. Te relajas y te pegan en la cara. Cambias y pruebas pero cada vez cuesta más hacer algo nuevo, sentir con ella, entender colores. Investigas. Te resignas y trazas un nuevo camino, no más que un desvió de tu carretera y por fin vuelves a encontrar una sensación que te hace sonreír, a veces te la tropiezas pero fuere como fuere acabas de volver a explorar.

 Eso busco, la caprichosa dirección de una brújula que me lleve a volver a explorar, a sentir placer, a sentirte vivo y así fue ese momento en los Cármenes. Instantes efímeros que te inflan de oxígeno. Momento en que callas y clamas ser afortunado por volver a encontrar fotografías para tu desorientada mente.

 Me despido con un cita de William Foulkier, la sabiduría suprema es tener sueños lo bastante grandes como para no perderlos de vista mientras los persigues...

Vídeo que se proyectó en los Cármenes sobre la hazaña de José Ignacio
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