Senderismo

 La ruta de la subida al Cerro del Lucero, también llamado Raspón de los Moriscos, ya será una de nuestras citas  anuales, allí arriba entendimos el por qué.

 Una caravana de nueve vehículos todoterreno puso rumbo a la Resinera sobre las ocho y veinte de la mañana del pasado domingo 24 para transportar al grupo de 40 senderistas que nos dimos cita para alcanzar “el cielo”, en la ruta que se nos presentaba.

 El camino de las canteras de mármol blanco ibérico, abandonadas cerca del puerto de Cómpeta, era nuestra vereda a seguir por la caravana. A partir de la Resinera nos quedaban por delante 8 kilómetros por este carril para llegar al comienzo de la senda desde donde se asciende al Cerro del Lucero.

 La mañana era propicia para la observación desde allí arriba, con un cielo totalmente despejado y tras una brevísima descripción a los participantes de lo que nos íbamos a encontrar en este sendero, el grupo comenzó el ascenso.

 Un pequeño puente de madera salva el barranquillo que hay justo al comienzo de la ruta, que lentamente va tomando altura dando las primeras vistas a los pinares cercanos a la Resinera, la falda del cerrillo de Rajas Negras, acoge  estos primeros metros, donde la altitud sobre el nivel del mar alcanza los 1.324 metros. Comenzamos zigzagueando entre aulagas, piornos y sabinas para más arriba encontrarnos los primeros ejemplares de pino resinero que sufrieron los incendios de 1974.

 Piedra suelta y pequeños farallones de calizas dolomíticas en descomposición ricas en mármoles es lo que íbamos  a pisar  en un buen trayecto, hasta que la subida se suavizó un poco y apareció la enorme mole del cerro de la Mota de 1.649 metros a nuestra izquierda, la antesala de las vistas al Lucero.

 Por esta parte de la subida aparecen docenas de troncos secos, enormes, pertenecientes a los pinos resineros quemados en aquel fatal incendio de mediados de los años setenta del pasado siglo, el cerro de la Mota ya se iba queda atrás y apareció el Lucero, con la sombra en su cara norte y en su cima desde esta distancia ya se podían apreciar las paredes fantasmales de las ruinas del desaparecido puesto de vigilancia, que pronto veríamos más de cerca.

 Tras una pequeña bajada que nos dio algo de respiro, alcanzamos el Collado de la Perdiz, desde aquí se podía ver la magnitud vertical que íbamos a subir, el Lucero es una monstruosa pirámide que parece imposible de coronar de ahí su belleza y su encanto para el senderista y el montañero.

 En este collado hicimos un pequeño descanso, o más bien lo intentamos ya que  el viento por este collado sopla fresco casi siempre, solo paramos lo justo para poder ver los paisajes hacia la Axarquía malagueña, los pueblos costeros de Torre del Mar y debajo de nosotros el valle del rio Torrox y Torrox pueblo hacia el sur, y las tierras del Temple hacia el norte, con el pantano de los Bermejales, Arenas del rey y Játar bien visibles.

 A partir de aquí, ”la cuerda” de senderistas, comenzó lentamente, la segunda parte del ascenso, la vereda sube serpenteando por la ladera del cerro anterior a nuestro objetivo “el Lucerillo”, para desembocar en el desfiladero del barranco del “coladero de los mosquitos”, con una caída libre de casi 400 metros, hacia la vereda de Venta Panaderos.

 La ascensión comienza su última parte delante del coladero, unos 20 minutos de duro ascenso, una vereda casi imposible de trazar, ¿Cómo lo harían?, es increíble, y la dichosa piedra suelta con la que hay que tener cuidado para que no caiga encima del compañero que viene detrás.

 Coronamos el Lucero de 1.179 metros, tras una hora y cuarenta minutos, un pequeño rellano lleva hacia las ruinas del puesto de vigilancia por la misma cuerda de este cerro.

 Allí arriba comprendimos el porqué del esfuerzo de los militares para colocar aquí este puesto. La visión de la sucesión casi infinita de cerros, montañas, cordilleras, sierras, caminos, barrancos, pueblos  y el mar mediterráneo al fondo, hacen de este lugar un observatorio único.

Prismáticos en mano pudimos  ver todos los  pueblos costeros cercanos a esta parte de la sierra de la Almijara, el pico Nava Chica, el del Cisne, el pico del Cielo, Cerro Verde, al sur.

 Parapanda, las Sierras de Cazorla, Sierra Nevada, las de la Contraviesa  incluso entre brumas la de los Filabres hacia Almería, al este.

 Al oeste y al norte sierra Tejeda, con la Maroma, el Malas Camas, el cerro de la Chapa, sierra Gorda, Sierra de Loja, etc.

 Los militares escogieron bien, tenían desde aquí controladas tras la guerra civil española, todas las entradas a la zona de la costa y de Alhama, con un importante trasiego de arrieros, contrabandistas, estraperlistas y sobre todo el control a los maquis o también llamados en esa época “los hombres de la sierra”, los últimos republicanos huidos a estos parajes para hacer su “guerra particular”.

 Se cuenta que si confiscaban alguna mercancía ilegal, tendría el detenido un “pequeño” perdón si ayudaba con sus cabalgaduras al mantenimiento del puesto y de sus moradores, subiendo y bajando viandas y personas.

 Tras un buen descanso, nos hicimos nuestra foto de recuerdo y emprendimos el regreso a los coches para regresar a Alhama. En nuestra bajada coincidimos con un grupo senderista  de Motril que comenzó el ascenso desde el pueblo de Játar, deseándoles  buena jornada y que disfrutaran de los que nosotros dejamos atrás.

 Ya abajo coincidimos que el Lucero será uno de nuestros objetivos anuales pues merece la pena recorrer este sendero desde diferentes puntos, un sendero cargado de historia y con unas vistas envidiables.

La imágenes de esta ruta