Fue muy agradable y sorpresivo encontrar hace ya algunos años paseando por Canillas, y tras una empinada cuesta, a dos veteranos canilleros curtidos por el paso del tiempo, sentados al sol tibio de aquella primavera al cuidado de su ganado y fumando plácidamente, nos acercamos a ellos y les pregunte por la subida a la Maroma.
Senderismo
Senderismo
Fue muy agradable y sorpresivo encontrar hace ya algunos años paseando por Canillas, y tras una empinada cuesta, a dos veteranos canilleros curtidos por el paso del tiempo, sentados al sol tibio de aquella primavera al cuidado de su ganado y fumando plácidamente, nos acercamos a ellos y les pregunte por la subida a la Maroma.
Los niños de los setenta, ávidos de la nueva tecnología del divertimento que llegaba a nuestras casas, o sea la televisión, teníamos a la montaña de Parapanda como un lugar mágico, ya se sabe que la imaginación infantil a veces no tiene límites, porque cuando vino aquel señor que vivía en la Calle Fuerte a ponernos la tele en casa nos decía que “la antena tenía que estar mirando hacia la montaña de Parapanda porque si no, no se veía”, con lo cual la magia de ver los dibujos animados en aquella extraña caja enchufada a la pared, era únicamente gracias a esa montaña, de ahí su magia fabricada en la cabecita de un niño.
El viajero romántico y dramaturgo francés Theophile Gautier, paso por Alhama en la década de 1840, camino de la ciudad de Málaga, junto a un amigo suyo para asistir a una corrida de toros que se celebraba por esas fechas. Se desplazaban desde Granada por el camino real que pasaba por las tierras del Temple granadino, Cacín, Alhama, el Llano de Zafarraya y enfilaba el mismo hasta Málaga, pasando este por la ciudad de Vélez.
José Andrés Ciruela, Boti para los amigos, me lo avisó con tiempo y yo, la verdad sea dicha, tenía ganas: "El 15 de enero vamos a hacer la segunda parte del Camino Real entre Ventas de Huelma y Granada. Estás invitado", me dijo el presidente del Club de Senderistas de Alhama (que ya habrá que llamar también y de Zafarraya, por las nuevas incorporaciones). Y así fue en la mañana fresca, casi helada, de esta jornada compartí con 44 senderistas un trayecto de 26 kilómetros que recorrimos en unas 6 horas, chispa más o menos, como diría un jameño castizo. ¿Y que vi? Gente de diferentes edades y profesiones compartiendo una actividad física y mucha camaradería y buen rollo.
Cambiamos el pasado domingo 18 de diciembre un montón de cosas; las botas, por unos zapatos de calle y de fiesta, la ropa técnica por una ropa informal y por que no, también elegante, la mochila por un enorme zurrón imaginario de buenos deseos y ganas de estar a gusto, los gorros y sombreros de camino por unos peinados dignos de un pase de modelos, todos estábamos muy “especiales”, para este encuentro.