El Carnaval se está transformando en un parque temático en el cual acudimos a que nos diviertan.
Un día estupendo, sol, agradables temperaturas y el cielo despejado y azul no han sido suficientes para animarnos a los alhameños a llenar nuestras calles vestidos de máscaras, mascaritas y mascarones o a disfrazarnos como a cada uno le dicte el ingenio o el capricho. No es excusa que el ambiente en La Placeta recuerde más a una feria que a un carnaval. Quienes hemos vivido carnavales en los que el mascareo, los artefactos de todo tipo y las ganas de divertirse y divertir eran la norma, no podemos menos que lamentar el hecho de que se esté transformando nuestra fiesta más tradicional en un parque temático en el cual acudimos a que nos diviertan, a ser meros espectadores pasivos de la única fiesta en la cual podemos ser los protagonistas absolutos. Las autoridades pueden autorizar o no casetas, pueden reglar la salida de las murgas y comparsas y organizarlo todo para su mejor desarrollo; queda al arbitrio y el deseo de cada cual encarnarse en lo que desee, dejando a un lado la personalidad de todo el año y siendo, unas horas o un día lo que quiera. Ahí nadie viene a poner puertas al campo libre de la imaginación personal, ahí cabemos todos.
Tampoco lógicamente nadie puede hacer obligatorio salir a la calle disfrazado. Pero si recordamos que esta fiesta ha sobrevivido al Franquismo, triste cosa sería que fuese la democracia la que viese llegar su final al menos como fiesta popular, tradicional y rural, una de las pocas que van quedando.
En nuestras manos está buscar en fondos de armario y poner imaginación a la hora de combinar o descombinar camisas, pantalones, corbatas, faldas, ropas de mesa camilla o lo que se tercie. Aquí todo vale a la hora de salir de Carnaval.
Foto: Prudencio Gordo.