La sorprendente Arica


 Alhama Comunicación da su más cordial bienvenida a una nueva sección, la que puntualmente aparecerá los miércoles de cada semana, que, bajo el título "Un alhameño por el mundo", nos va a llevar por los lugares que ha recorrido, recorre y seguirá recorriendo quien la hace posible, nuestro viajero paisano Juan Franco Crespo.

 

 Ya a la altura de junio de 1994, en nuestra "Alhama Comarcal", en la sección "Paisanos en la distancia", se escribía de Juan Franco, por parte de Andrés García Maldonado quien no ha perdido el contacto con el mismo, lo siguiente:

    Juan Franco Crespo, hijo de Diego Franco Portales y de María Crespo Crespo. Nació en mayo del 1953. Vivía en el número 5 del Callejón de la Parra. Fue auxiliar de telégrafos. Junto con sus padres y hermanos marchó a Cataluña, donde se hizo profesor.  

 "A Juan Franco le vemos lo mismo en Ecuador, junto al "Monumento a la mitad del mundo, como ante los micrófonos de Radio Santa Cruz de las Islas Galápagos, que entre los miembros de una tribu de América del Sur, siempre enviándonos un mensaje nuevo en sus escritos, reportajes o comentarios, con un alto sentido humanitario y, sin dejar de ser, un periodista excepcional". Andrés, concreta y cariñosamente, lo llama, como uno de los ‘Marco Polo’ de nuestro tiempo, Juan Franco Polo de Alhama. En nombre de todos, alhameños, lectores en general, y, en especial, de este medio de comunicación siempre al servicio de posibilitar el conocimiento de todo lo que globalmente está al alcance, agradecemos a Juan Franco, alhameño de pura cepa, su generosidad de toda una vida por comunicar y compartir con los demás sus viajes y conocimientos.


 
"Un alhameño por el mundo", Juan Franco Crespo

La sorprendente Arica (Bahía Nueva en lengua quechua)

 Casi doce horas de viaje por la ruta internacional La Paz-Arica, pero… ¡Qué contrastes y qué ciudad! Que, para colmo, se le conoce como “la ciudad de la eterna primavera” y está en el desierto –es un decir- con un río próximo que la provee de los productos frescos y de calidad que caracterizan la región norteña (curiosamente, tras los controles fronterizos y camino de Tacna, el desierto está siendo parcelado y redimido gracias a la fantástica realización del “gota a gota” que crea infinidad de riqueza y a veces, nosotros consumimos en Europa). La ciudad portuaria se fundó por el virrey Lope García de Castro en 1565, apenas un lustro después Felipe II le dio de forma oficial el título de “Muy Ilustre y Real” hecho que ya recogía el acta fundacional de San Marcos de Arica. Hasta finales del XIX perteneció al territorio peruano, pero los intereses salitreros acabaron provocando el enfrentamiento y desde entonces es ciudad chilena la última, antes de llegar a Perú [mis proyectos eran realizar ese trayecto en tren, pero también ese ramal dejó de prestar servicio y actualmente se hace por un módico precio fijo durante las 24 horas con autobuses -o taxis- algo más caros, que salen nada más llenarse hacia la peruana Tacna.

 Al margen de ser una ciudad con una inmensa playa -estamos en el Pacífico- que finaliza cerca del Morro (la parte norte, la parte sur es a partir de tan peculiar accidente orográfico) en donde nos encontramos, a sus pies, la parte más antigua de la urbe y los edificios más históricos o característicos de Arica. Si las piernas dan juego, lo mejor es subir caminando, lentamente, hasta la gigantesca bandera y el museo para poder tener una de las vistas generales más impresionantes de Arica; lástima que las fotos no suelen reflejar toda su belleza, sin duda la alta contaminación y las partículas de arena en suspensión no crean condiciones de visibilidad. Recordemos que estamos en pleno desierto y la actividad minera es omnipresente, aunque cuesta descubrir, no es difícil distinguir las heridas que su explotación causa al territorio norteño. La zona desértica del norte chileno tiene grandes reservas de oro, plata, cobre, potasio, salitre, azufre, sulfatos de sodio y de aluminio, etc.

 Bajo el Morro se observa la isla de Alacrán (ya unida al continente en 1964, ahora se observa como una pequeña península) que jugó un papel de vital importancia para los españoles que levantaron sus fortificaciones para repeler a piratas y corsarios (cualquiera que se interese por el tema descubrirá cosas acercándose a la vida de Drake o Watling, aunque hubo más) para poder entender mejor aquellos hechos. Ellos acechaban para saquear en el momento justo la plata que desde Potosí llegaba en interminables reatas de mulas a su puerto para ser embarcada con destino a España. Hoy esa zona está prácticamente aplanada y como si estuvieran preparándose para construir algún complejo o instalaciones portuarias.

 Desde el Morro y girando la cabeza hacia el norte tenemos la impresionante y moderna Avenida Costanera que está totalmente urbanizada y dispone de servicios hoteleros de primera clase en todos los sentidos (los precios compiten con los europeos pero tras el periplo andino uno también agradece un poco de confort). La Playa de Chinchorro es amplia y aún en invierno era posible encontrar algún restaurante aceptable; la Costanera Sur, tras sobrepasar la zona del Morro tiene también sus rincones con encanto e incluso instalaciones exclusivas; personalmente no pasé más allá de Alacrán y me entretuve mayoritariamente con los pelícanos “urbanos” que estaban al tanto de los pescadores que limpiaban el pescado en la zona próxima a los históricos edificios de la Aduana y el Ferrocarril a La Paz (inaugurado el 13 de mayo de 1913, su trazado era de 457 kilómetros, 206 de ellos en territorio chileno, pero ha dejado de ser operativo y en su lugar tenemos la carretera internacional atestada de camiones bolivianos, muchos todavía con chapa española y la publicidad de los carroceros de la península Ibérica, algo que no deja de sorprender al viajero) y con motivo del centenario se adecentó la zona y se emitió un sello ferrocarrilero que viene a engrosar la ya extensa temática del tren. ¡Lástima que la vía se haya dado por finiquitada y es que el hombre no tiene remedio en su estulticia: barato, seguro, eficiente y por ello lo eliminamos gastando energía contaminantes y por supuesto mucho más costosas! ¿Por qué los gobiernos tienen que someterse tan frecuentemente a los intereses espúreos que no son los colectivos? ¡Sólo debemos exigirles seriedad en la cosas pública y responsabilidad al que mete la mano en la caja, no digo yo que se tenga que hacer como en Corea del Norte, pero vaya, al que mete la mano en la cosa pública debería de caerle la losa más fuerte que legalmente se pudiera, el ciento por uno y tal vez entonces no nos tomarían por tontos!En sus cercanías también encontramos su fastuosa Plaza Colón, la Iglesia de San Marcos, la Gobernación (Ayuntamiento), el Terminal Pesquero, el Museo Histórico (hay que subir al Morro, en su fuerte pendiente uno se encuentra varias cosas de interés, entre ellas la impresionante Casa Bolognesi o el Museo con momias de la cultura Chinchorro).

 En definitiva que lo más importante nos lo encontraremos a apenas unos minutos aunque por las características del clima y la orografía a veces nos parezcan minutos inabarcables.

 La Iglesia de San Marcos tiene una rara atracción, sobre todo por su portalada y tipología, se finalizó en 1875 y fue un encargo que se hizo a los Talleres Eiffel. De inspiración gótica, la estructura es de hierro que combina láminas y triángulos que dan lugar a un templo no muy grande pero bastante atractivo y poco común, algo bastante habitual por aquellos lares y me vienen a la memoria las iglesias de madera de la isla de Chiloé que me dejaron boquiabierto hace unos años cuando justo hice la parte austral, aunque las condiciones de las rutas me hicieran dar media vuelta justo en la Capital de la Patagonia chilena.