La ciudad espera



Yo me adentro en ella por sus cañerías, con una piel de agua y un rotulador grueso en busca de un hueco donde integrar mi dicha.


 La ciudad espera. Una lluvia tenue de segundos va dejando en los relojes un charquito de horas, en la rambla, cintura de arena y piedra, el mar muestra su músculo de siglos con un ritual de cintura y olas. La ciudad sueña con un sueño solidario. Yo me adentro en ella por sus cañerías, con una piel de agua y un rotulador grueso en busca de un hueco donde integrar mi dicha. Picasso era mi abuelo, mira este cubo cubista hecho con esquinas de calles y cortados sabores. Ella se muestra con un aliño sencillo, sin la moda del pantalón de campana ni el tacón alto, parece estacionada en una continua búsqueda. ¿Dónde andará el pobre perrete que hace tres calles me crucé?

 Intuyo la potencia tierna de una sonrisa imprevista.

 Cuando comprendemos que somos quien calentamos con nuestro aliento el tono de la realidad, y dejamos de juzgar con ojos de sapo, aceptamos la pequeña derrota de cada día, lo necesario de invertir en el invierno para que fluyan los vientos del hallazgo, abre el radar abejita, la onda vibra el amor capta, abejita.

 Acabo de entrevistarme y no he llegado a un acuerdo. Aquellos pájaros de la adolescencia, estas calles de la madurez. La ciudad espera, sabe del caballo de lo minúsculo. Te mira esquinada como quien tiene la curiosidad prendida, te mira atenta, la ciudad es sin saberlo definitivamente el tendido. La obra está sucediendo y hay momentos hermosos terriblemente invisibles. “Déjate llevar por la verdad”, agencia de viajes ofrece rodear tu conciencia desde todos ángulos. Nueva serie A-Z, cuando escribas, conduce. ¿Te gusta escribir? Para todo lo demás, poesía al natural.

 La ciudad espera, a veces entre la confusión del tiempo y del tiempo.com. Bajo ella, la grasa de la fibra óptica y la bomba destilada de los tiempos modernos; furtivos justicieros en una letra torpe, has visto ojos perdidos vagar entre ecos de avatares sin vida y el ego quieto del fotograma. Un espejo de cereza adulterada, bisutería vertida metralla, no más que un ladrillo vacío en el buzón de entrada, ni los espectros de ruido que musitan las manos.

 La ciudad aguarda, yo voy de derrota en derrota porque no creo en las victorias dudosas, la transito, la huelo, las sombras van poblando el escenario, de un momento a otro va a caer otra vez la madrugada a mis pies. Cada noche frente a una ventana un tipo se sienta a escribir, un tipo solitario, levemente feliz cuando cocina la hoja de ruta de una posible idea, la vive dentro, en el zaguán del futuro más instantáneo, y acaso llama como llama la suerte al destino, puede que con palabras sencillas te siento vibrar como una verbena lejana, al fondo, tras el interrogatorio los versos malhechores devuelven la fuente de su idea. La ciudad cena entre noticias. Adjetivos descalificativos reinsertados después de cuidar un jardín de rosas, convocada la huelga de prefijos por el derecho a ser palabra.

 El horizonte del Monte es un truco de Video. En Ciudad Vieja comprendí que la decadencia es un derecho, jamás vi nostalgia de mueble tan sana, que somos personajes de la gran obra del mundo, el altruista, el bandolero, la curiosa, el malvado, el torpe, la ambiciosa, todos proyecciones de la totalidad, reflejos de uno mismo en su papel, el listo, la delicada, el mentiroso.
Uno de ellos se sale de la escena y os saluda despacio, acaso como quien nada espera de la ciudad sino la pulpa, el jugo, la palabra que busca cuando intuye que la esperan.