Muchas son las cosas que han cambiado en esos 66 años transcurridos desde tu entrada en la eternidad. Y en la Historia.
Desde ese lugar en el que ahora habitas es apenas un suspiro, una vida medianamente vivida, una edad en la que aún, al decir de los expertos, se puede rendir laboralmente otros 9 años, más o menos. Naturalmente esos expertos son los que nunca han trabajado más que en despachos con moqueta, aire acondicionado y mueble bar con botellas de ‘wisqui’ escoces de pura malta y al menos veinte años.
Pero te estaba diciendo, tío Iosif, que son muchas las cosas que han cambiado, al menos aparentemente, unas para bien y otras para mal, tanto en la Rodina, como en el resto del mundo. Pero, básicamente, los que siempre han tenido el poder lo siguen teniendo y los que siempre han estado fastidiados lo siguen estando, sólo que ahora un poco más, si cabe. De cómo van las cosas en la Madre Rusia, poco sé, dado que no llegan muchas noticias fiables. Si creo saber, en cambio, que en esta parte del mundo en la que habito las cosas han empeorado desde que la Unión Soviética siguió tus pasos y entró en la eternidad y la Historia. Como ya me hizo comprender hace bastantes años, cuando aún era un estudiante de lo que ahora se llama secundaria, mi profesor de Historia y amigo, Andrés Cuevas, la presencia de la URSS y los partidos y sindicatos comunistas occidentales hicieron que el capitalismo se suavizase, de modo que los trabajadores occidentales pudieron conseguir mejoras en las condiciones de trabajo y en su vida diaria con lo cual se consiguió crear la ilusión de que los trabajadores eran clase media y no clase trabajadora. En la vieja Rusia los trabajadores estaban igual de mal que siempre o casi igual, de modo que de la existencia de los regímenes comunistas nos beneficiábamos aquí.
Pero llegaron Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Karol Wojtyla que hicieron todo lo posible, con todas las armas que tenían a mano, que eran muchas, para acabar con los regímenes comunistas de las Europa del Este y los movimientos sindicales de la Europa Occidental, aplicando la doctrina neo liberal de Friedman, de la que tantas veces he escrito. Con excelentes resultados para ellos y para las clases más altas.
En cuanto a nosotros, por aquí nadie está contento con su situación, a no ser que se llame Botín, Borbón, o Ortega, Amancio Ortega, claro. Los demás andamos fastidiadillos. Los agricultores con que les pagan muy poco por sus cosechas en origen y en la tienda valen un capitalito; los enseñantes, médicos, enfermeros y toda clase de empleados de cuello blanco, es un decir, con que están cada vez más proletarizados, con sueldos cada vez más magros, derechos cada vez más escasos y precariedad laboral, si no se tiene la suerte de haber aprobado una oposición. Relativa suerte, por otra parte. Los pensionistas estamos en un sinvivir con las reiteradas llamadas a que trabajemos hasta los setenta años al menos y suscribamos planes de pensiones privados. Que dicen que el sistema no se sostiene con lo que se cotiza y lo de los impuestos, nadie quiere pagar impuestos. Pero todos quieren una educación pública de calidad para sus hijos, una sanidad de calidad pública para todos (menos los propietarios de escuelas y hospitales privados, claro está).
Los sindicatos antaño fuertes y decididos parecen estar desaparecidos o a punto de entrar en la eternidad y la Historia. Los partidos de izquierda están que da pena verlos y todos andamos a la greña unos contra otros: Animalistas contra taurinos, veganos contra carnívoros, españoles contra catalanes, catalanes españoles contra catalanes independistas, españoles (algunos) contra inmigrantes, gitanos contra partidarios de Rosalía, vacunadores contra anti vacunas.
Y mientras nosotros nos despedazamos entre nosotros las grandes empresas sigue con sus más grandes beneficios, con prácticas de dudosa ética como subcontratar con empresas del Tercer Mundo que usan mano de obra esclava, eludir impuestos a través de paraísos fiscales y toda suerte de ingeniería económica, por ejemplo.
Y eso sin entrar en cómo estamos dejando el planeta a quienes vengan después de nosotros, porque eso es materia de otra sección de esta página web.
Naturalmente no estoy defendiendo a los comunistas y sus prácticas erróneas, como tampoco defendería a los curas pederastas, Pero ello no es óbice para que sí defienda las ideas, en cuanto ideas, comunistas y cristianas, a pesar de los actos de los comunistas y de los cristianos, de aquellos que sean reprochables. Tal vez el problema sea que tanto el comunismo como cristianismo, exigen demasiado a sus creyentes. Acaso porque confié en ellos en exceso.
En fin, camarada Iosif, que hay algunas veces que te echo de menos, aunque nunca te conocí.
Pero te estaba diciendo, tío Iosif, que son muchas las cosas que han cambiado, al menos aparentemente, unas para bien y otras para mal, tanto en la Rodina, como en el resto del mundo. Pero, básicamente, los que siempre han tenido el poder lo siguen teniendo y los que siempre han estado fastidiados lo siguen estando, sólo que ahora un poco más, si cabe. De cómo van las cosas en la Madre Rusia, poco sé, dado que no llegan muchas noticias fiables. Si creo saber, en cambio, que en esta parte del mundo en la que habito las cosas han empeorado desde que la Unión Soviética siguió tus pasos y entró en la eternidad y la Historia. Como ya me hizo comprender hace bastantes años, cuando aún era un estudiante de lo que ahora se llama secundaria, mi profesor de Historia y amigo, Andrés Cuevas, la presencia de la URSS y los partidos y sindicatos comunistas occidentales hicieron que el capitalismo se suavizase, de modo que los trabajadores occidentales pudieron conseguir mejoras en las condiciones de trabajo y en su vida diaria con lo cual se consiguió crear la ilusión de que los trabajadores eran clase media y no clase trabajadora. En la vieja Rusia los trabajadores estaban igual de mal que siempre o casi igual, de modo que de la existencia de los regímenes comunistas nos beneficiábamos aquí.
Pero llegaron Ronald Reagan, Margaret Thatcher y Karol Wojtyla que hicieron todo lo posible, con todas las armas que tenían a mano, que eran muchas, para acabar con los regímenes comunistas de las Europa del Este y los movimientos sindicales de la Europa Occidental, aplicando la doctrina neo liberal de Friedman, de la que tantas veces he escrito. Con excelentes resultados para ellos y para las clases más altas.
En cuanto a nosotros, por aquí nadie está contento con su situación, a no ser que se llame Botín, Borbón, o Ortega, Amancio Ortega, claro. Los demás andamos fastidiadillos. Los agricultores con que les pagan muy poco por sus cosechas en origen y en la tienda valen un capitalito; los enseñantes, médicos, enfermeros y toda clase de empleados de cuello blanco, es un decir, con que están cada vez más proletarizados, con sueldos cada vez más magros, derechos cada vez más escasos y precariedad laboral, si no se tiene la suerte de haber aprobado una oposición. Relativa suerte, por otra parte. Los pensionistas estamos en un sinvivir con las reiteradas llamadas a que trabajemos hasta los setenta años al menos y suscribamos planes de pensiones privados. Que dicen que el sistema no se sostiene con lo que se cotiza y lo de los impuestos, nadie quiere pagar impuestos. Pero todos quieren una educación pública de calidad para sus hijos, una sanidad de calidad pública para todos (menos los propietarios de escuelas y hospitales privados, claro está).
Los sindicatos antaño fuertes y decididos parecen estar desaparecidos o a punto de entrar en la eternidad y la Historia. Los partidos de izquierda están que da pena verlos y todos andamos a la greña unos contra otros: Animalistas contra taurinos, veganos contra carnívoros, españoles contra catalanes, catalanes españoles contra catalanes independistas, españoles (algunos) contra inmigrantes, gitanos contra partidarios de Rosalía, vacunadores contra anti vacunas.
Y mientras nosotros nos despedazamos entre nosotros las grandes empresas sigue con sus más grandes beneficios, con prácticas de dudosa ética como subcontratar con empresas del Tercer Mundo que usan mano de obra esclava, eludir impuestos a través de paraísos fiscales y toda suerte de ingeniería económica, por ejemplo.
Y eso sin entrar en cómo estamos dejando el planeta a quienes vengan después de nosotros, porque eso es materia de otra sección de esta página web.
Naturalmente no estoy defendiendo a los comunistas y sus prácticas erróneas, como tampoco defendería a los curas pederastas, Pero ello no es óbice para que sí defienda las ideas, en cuanto ideas, comunistas y cristianas, a pesar de los actos de los comunistas y de los cristianos, de aquellos que sean reprochables. Tal vez el problema sea que tanto el comunismo como cristianismo, exigen demasiado a sus creyentes. Acaso porque confié en ellos en exceso.
En fin, camarada Iosif, que hay algunas veces que te echo de menos, aunque nunca te conocí.
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