Tertulianos



Esta mirada iba a llamarse “tertulianos de barra”.

 Pero tras una reflexión de pocos segundos, he llegado a la conclusión de que es una evidente redundancia dado que las barras de bares, las terrazas de cafeterías y otros lugares amenos en los que suele reunirse la gente a pasar el rato placenteramente, son los lugares de nacimiento de ese género literario oral que es la tertulia. Afirmo que es un género literario sin más razón o datos que lo confirmen que mi creencia de que si sólo se llama “literatura” a lo que está escrito, los cantares de gesta y otras obras que nos han legado la historia, como las enseñanzas de un tal Jesús hasta que fueron recogidas por escrito en los evangelios, ¿qué son?

 Naturalmente ente los romances de padre desconocido, valga de ejemplo “Ay de mi Alhama”; el evangelio de Marcos o cualquier otro ejemplo que al lector le venga al magín y las opiniones que los alegres bebedores de cerveza comparten entre tapa y tapa en bares, tascas, cafeterías y otros lugares de felice recordación, existen enormes diferencias en calidad y contenido; pero, a fin de cuentas, no dejan de ser literatura, en principio, oral.

Pero parece que sólo en nuestros días el fenómeno tertuliar, si se me permite el palabro, se ha convertido en materia de escándalo de gente bien pensante
 Tertulias y tertulianos los ha habido desde que los hombres han sido expulsados temporalmente de su casa, por cansinos, y estos han hallado acomodo, refugio y compañía entre otros hombres, entre cafés, pitillos y todo el “atrezo” que se le supone: Camareros de chaquetilla blanca, jarros de agua para acompañar el café o para atenuar la quemazón del brandy o la copa de anís, ceniceros rebosantes, humo envolviendo a los tertulianos. Pero parece que sólo en nuestros días el fenómeno tertuliar, si se me permite el palabro, se ha convertido en materia de escándalo de gente bien pensante, hablante y escribiente que se lleva las manos a la cabeza de que cualquier hijo de vecino pueda opinar sobre lo divino, lo humano, sobre volcanes, putines y lo que se tercie sin más conocimiento del tema que lo que ha leído en la prensa. Expresiones como “cuñadismo” “el que todo lo sabe” y otras como pelmazo, “hartible” de Cádiz, “hartizo” de Granada y otras análogas nos son lanzadas a los que opinamos sin tener estudios, sin ir al gimnasio ni nada, ya sea de forma oral, ya de forma escrita o, el peor de los casos posibles de las dos formas.

 Pero ante esto me vienen a la memoria los versos de Atahualpa Yupanqui en la voz de Jorge Cafrune “Ya sé que muchos dirán/ que peco de atrevimiento/ si largo mi pensamiento/ pal rumbo que ya elegí/ pero siempre he sido ansí/ galopiador contra el viento”.

Ahora que podemos inundemos bares, terrazas, redes sociales, medios digitales, calles y plazas, corrillos y mentideros, con nuestras opiniones
 Y es que estoy absolutamente a favor de que todos, en toda circunstancia, puedan opinar libremente de lo que libremente quieran, sin tener que presentar el doctorado que refrende sus opiniones. En el bar, en la radio en la televisión, a tanto el folio o a título gratuito. He vivido en un país en el que había que tener cuidado con lo que se decía en los bares porque los de la Brigada Político Social podían tener los oídos aprestados o mucho más recientemente los pistoleros de ETA, de modo que ahora que podemos expresarnos sin temor, que no nos calle el qué dirán, el miedo al ridículo, la grave expresión y el gesto adusto de los que nos llaman cuñados y sabelotodo. Ahora que podemos inundemos bares, terrazas, redes sociales, medios digitales, calles y plazas, corrillos y mentideros, con nuestras opiniones. Por desacertadas, equivocadas y erróneas que sean. Sin más límite que el respeto a los demás, a la verdad y a no opinar alegremente de temas médicos. A no ser que seas médico y se esté hablando de tu especialidad, claro.

 Para todo lo demás ancha es Castilla y hay mucho sitio en la barra, acércate, tómate una birra y dime que piensas. Aunque no esté de acuerdo, te escucho.

 Como dicen los roqueros, nos vemos en los bares. Y un saludo a todos esos camareros que escuchan a muchos “hartizos al cabo del día”.