Pese a lo mal que suena el término, no es palabro ni palabrota; es un verbo que significa aplazar, diferir.
O dicho en ese lenguaje sencillo y coloquial que tan caro me es, dejar para mañana lo que perfectamente se puede hacer hoy. Y quien dice para mañana, dice para cuando venga bien; que es la manera un tanto elegante de decir que algo se aplaza sin fecha concreta. Tiene esta España nuestra, más concretamente, tenemos los españoles, fama de procrastinadores contumaces, de ser flojos y lasos en el cumplimiento de las tareas encomendadas, lo cual es evidentemente falso, toda vez que España funciona todo lo bien que puede funcionar dadas las circunstancias, lo cual es casi milagroso teniendo en cuenta en manos de quienes están las responsabilidades de gobernarnos.
Ciertamente, quienes nos gobiernan son dados a actuar de manera calma y sosegada; poco amigos de precipitaciones y prisas, lo cual puede ser virtud en algún caso, no lo dudo. Pero cuando toda la labor política se centra en esperar que escampe, algo no va bien. Por mucho que nos insistan en que todo va estupendamente, menos la creación de empleo, no terminamos de creerlo. Ciertamente algunas cosas hacen, pero las hacen mal si lo que pretenden es gestionar las cuestiones públicas, que es para lo que se les ha votado; si por, el contrario, lo que hacen lo hacen para favorecer a las empresas privadas que después, cuando no estén en el gobierno, les contratarán, entonces lo hacen estupendamente. De ahí ese afán privatizador ese impulso irrefrenable de poner en manos de empresas privadas la enseñanza, la sanidad, las pensiones, el registro civil y todo lo que se le ponga por delante. El asunto es que como productores, ya no servimos, para producir a mejor precio y con menos derechos están los trabajadores de China, pongo por ejemplo. Lo único que les queda por quitarnos es, eso, precisamente, los servicios esenciales y prestaciones básicas.
Mientras esperan que las cosas mejoren, un recorte por aquí, otro por allá, y nosotros, los que tenemos la obligación de defendernos, ni se nos ocurra chistar, ya lo dijo el otro día Cospedal, que “los que están en la calle y no se sabe muy bien a quien representan, (…) deberían participar en el juego de la representación, de otra manera, se estaría aprovechando el sistema democrático que permite la libertad de expresión a todo el mundo, pero no se estaría pasando por el ejercicio de responsabilidad que es aceptar unos compromisos para que los ciudadanos le puedan preguntar y exigir”, Es decir, interpreto yo, que el pueblo que es soberano según reconoce nuestra constitución tiene que dar explicaciones por ejercer los derechos fundamentales, ¡manda gúevos¡ que dijo Federico Trillo.
Tal vez ante ese miedo a dar explicaciones y adquirir compromisos “ante los ciudadanos” andamos los españoles procrastinando a la hora de expresar nuestro descontento con esta situación; de otro modo no se explica que permanezcamos adormecidos, esperando que escampe, o que alguien venga a resolver nuestros problemas. Nos escudamos en el “no hay otra forma” en el “qué podemos hacer nosotros” para esconder la cabeza. Pero con esto lo único que se consigue es que sea una profecía auto realizada. Como sigamos así, .al final va a ser verdad que no hay otra política posible.
Ciertamente, quienes nos gobiernan son dados a actuar de manera calma y sosegada; poco amigos de precipitaciones y prisas, lo cual puede ser virtud en algún caso, no lo dudo. Pero cuando toda la labor política se centra en esperar que escampe, algo no va bien. Por mucho que nos insistan en que todo va estupendamente, menos la creación de empleo, no terminamos de creerlo. Ciertamente algunas cosas hacen, pero las hacen mal si lo que pretenden es gestionar las cuestiones públicas, que es para lo que se les ha votado; si por, el contrario, lo que hacen lo hacen para favorecer a las empresas privadas que después, cuando no estén en el gobierno, les contratarán, entonces lo hacen estupendamente. De ahí ese afán privatizador ese impulso irrefrenable de poner en manos de empresas privadas la enseñanza, la sanidad, las pensiones, el registro civil y todo lo que se le ponga por delante. El asunto es que como productores, ya no servimos, para producir a mejor precio y con menos derechos están los trabajadores de China, pongo por ejemplo. Lo único que les queda por quitarnos es, eso, precisamente, los servicios esenciales y prestaciones básicas.
Mientras esperan que las cosas mejoren, un recorte por aquí, otro por allá, y nosotros, los que tenemos la obligación de defendernos, ni se nos ocurra chistar, ya lo dijo el otro día Cospedal, que “los que están en la calle y no se sabe muy bien a quien representan, (…) deberían participar en el juego de la representación, de otra manera, se estaría aprovechando el sistema democrático que permite la libertad de expresión a todo el mundo, pero no se estaría pasando por el ejercicio de responsabilidad que es aceptar unos compromisos para que los ciudadanos le puedan preguntar y exigir”, Es decir, interpreto yo, que el pueblo que es soberano según reconoce nuestra constitución tiene que dar explicaciones por ejercer los derechos fundamentales, ¡manda gúevos¡ que dijo Federico Trillo.
Tal vez ante ese miedo a dar explicaciones y adquirir compromisos “ante los ciudadanos” andamos los españoles procrastinando a la hora de expresar nuestro descontento con esta situación; de otro modo no se explica que permanezcamos adormecidos, esperando que escampe, o que alguien venga a resolver nuestros problemas. Nos escudamos en el “no hay otra forma” en el “qué podemos hacer nosotros” para esconder la cabeza. Pero con esto lo único que se consigue es que sea una profecía auto realizada. Como sigamos así, .al final va a ser verdad que no hay otra política posible.