Para no ser corresponsable

 

 Hay tantas motivaciones como votantes para votar o no votar determinada opción política y todas ellas legítimas; pero no todas éticas.

 Se puede votar pensando en el propio bienestar y es absolutamente legítimo, votar con la mano puesta en la cartera o el pensamiento en ese “qué hay de lo mío” de tan amplia tradición en nuestro solar patrio, se puede votar por gremio, por simpatía personal hacía algún candidato o candidata; se puede votar en contra de tal o cual postura, se puede votar por que sí o por qué no, o por todo lo contrario o se puede no votar. Y cada una de estas opciones es tan buena como su contraria, que es una de las cosas que más nos gustan de la democracia a quienes tenemos edad suficiente para haber conocido su contrario: que aquí cabemos todos.

 En mi caso la motivación es para no ser corresponsable, esto es compartir responsabilidad, con leyes y actuaciones legales que me parecen lesivas para la mayor parte de la gente, independientemente de que esas leyes o actuaciones legales me afecten o dejen de afectarme a mí personalmente. Como estoy parado, pero en las estadísticas no cuento, porque también soy pensionista, la ley de reforma laboral prácticamente no me afecta en lo más mínimo; pero sí que afecta, y para mal, para muy mal, a la mayor parte de los trabajadores de España que han visto mermados sus derechos; como nunca he sido clase media y siempre he sido pobre, el empobrecimiento de la clase media no me afecta, pero si afecta a muchísima gente de este país que antes con lo que cobraba por su trabajo podía cubrir las necesidades básicas al menos, y hoy no puede. Como no tengo niños en edad escolar las reformas educativas, la privatización encubierta de la educación mediante el procedimiento de deteriorar la pública y apoyar la privada, no me afecta tampoco. Es decir, que podría seguir gobernando el partido que ahora gobierna de aquí a la eternidad (magnífica película,) y mi situación personal no se vería drásticamente afectada.

 Y sin embargo no pienso votar al partido en el gobierno por la sencilla razón de que no quiero hacerme corresponsable de leyes que considero lesivas para la mayoría de la gente de mi país. Todo ciudadano es responsable de los actos que libremente lleva a cabo y esta responsabilidad implica aceptar las consecuencias que estos actos, libremente llevados a cabo, traen consigo. Por tanto no quiero aceptar la parte de responsabilidad que haber votado al partido en el gobierno me daría en las muertes de enfermos de hepatitis C por falta de la medicación, en que nuestra juventud tenga que irse de España a trabajar, en que el gobierno esté dilapidando la hucha de la seguridad social para comprar deuda púbica, por ejemplo 65.830 millones había en 2011, esa sí que es la herencia recibida de la que nunca hablan...

 Tampoco quiero hacerme responsable, corresponsable de la ley mordaza que limita los derechos de expresión, manifestación, y reunión de una forma que hace recordar al viejo Tribunal de Orden Público; de la pérdidas de competencias que van a sufrir los ayuntamientos dentro de muy poco tiempo, un mes, más o menos, tampoco quiero ser corresponsable porque entiendo que harán que los ciudadanos de pueblos pequeños pasemos a ser ciudadanos de segunda, poco más o menos.

 Por tanto y como no quiero ser corresponsable de leyes injustas y lesivas para la mayor parte de la gente de este país, ni he votado ni pienso votar al partido en el gobierno ni a sus clones, a pesar de que personalmente me afecten solo de forma tangencial.

 Pero ya digo, es sólo una motivación para votar o no votar, cada cual tiene la suya tan legítima, pero no más que la mía. En todo caso es una motivación que pasa el examen del imperativo categórico kantiano que es bastante más reflexiva que el “si queréis volver a la cola, votad al PSOE, o a quien quiera apuntalarlo” que ha dicho hoy Rajoy, que por lo visto de verdad se cree lo que le escriben otros. Al menos si me equivoco, me equivoco yo sólo, a mí nadie me escribe las miradas.