Es veintiocho de febrero. En casa de Bonilla están cenando; olla, como casi todas las noches. De fondo, la radio dando las noticias; aunque nadie pone mucha atención. El padre, algo cabizbajo, comenta que, como no llueva pronto, veremos a ver por dónde vamos a salir este año.
La madre de Bonilla le ha dicho muchas veces a su marido que no quiere que delante de los niños se cuenten penas. Y, decidida a alegrar el ambiente, y antes de que el tocino haya desaparecido del plato, ya regresa de la cocina con una fuente humeante: “Hala, esta noche postre especial. Hay que ver esta cabra, con dos chotos colgados y la fuente de calostros que le hemos sacado”.
Han terminado. Todos parecen ser más felices. La madre está quitando la mesa, mientras de fondo se oye a Juanito Valderrama cantar “El emigrante”. El padre, con una amplia sonrisa, se dirige a Bonilla: “Bueno, vamos a preparar las cosas para mañana, ¿no?” Y es que mañana Bonilla no irá a la escuela, sino al campo a pintar garbanzos.
Se siente importante. Con aire decidido sigue a su padre escaleras arriba. Entre los dos envasan en un costal dos cuartillas de garbanzos gordos. Bien atado, el cebero encima (que no se vaya a olvidar), sólo falta preparar la ropa. Saca del arca su vieja boina y, de una caja de cartón que hay bajo su cama, unas botas de agua nuevas, relucientes, que esta misma tarde le trajo su madre de casa Emilito. Sobre la silla que hay junto a su cama, su madre ya le ha preparado el pantalón largo, un jersey viejecillo y una cazadora de paño; y la bufanda, “pa por las mañanas, que, si no, en lo alto la mula te queas arrecío”.
Cuando Bonilla se levanta, la mula ya está aparejada en la puerta. Mientras desayuna, su padre ha cargado el costal con los garbanzos y, con la soga de la cincha, ha asegurado sobre el aparejo la capacha, la botija del agua y el cebero.
El niño desayuna con rapidez, se enfunda la cazadora y se mira presumido en el espejo mientras se coloca la boina. Coge la mula de reata y, seguido de su padre, se encamina diligente a casa de Antonio Márquez. Antonio Márquez es el aparcero de su padre. Dejan la mula atada a la manilla que hay en la fachada y entran. Antonio los está esperando y pasan directamente al corral. Su mulo está aparejado; el arado y el ubio, apoyados contra la pared, la tiradera y los bozales de anteojeras, colgados en una estaca.
Por el carril de Peña Gorda suben Bonilla y su padre; él, montado sobre su mula; su padre, cogido a la cola y con el mulo, que lleva la mayor carga, de reata.
Son las doce del mediodía y la faena ya está normalizada. Hasta conseguir la profundidad adecuada, ha habido que variar el punto del arado un par de veces. La tierra está bastante suelta, por lo cual apenas hay que usar la ”bistola”. La besana es larga, y el padre de Bonilla, que es un buen gañán, procura que esté siempre derecha como una vela. Estos garbanzos, los gordos, se pintan uno a uno y un surco sí, otro no. Bonilla es un buen “pintaor” y pocas veces se le escapan dos garbanzos a la vez. Camina delante de la yunta a buen paso, siempre tiene que esperar en la punta de la besana; al regreso, va siempre pisándole los talones al gañán. Y, en las vueltas que no toca pintar, su padre lo deja a veces coger el arado. Y qué feliz se siente entonces Bonilla, apoyado en las manceras, la vista puesta en la punta del ejero y nombrando a las bestias: “¡Almiraaante, Generaaala…!
Vocabulario
Anteojera: Pieza, generalmente de cuero, en la jáquima o bozal, que cae a la altura de los ojos y evita la visión lateral.
Aparejo: Conjunto de arreos (albardón, enjalma, etc.) que se ponen sobre las bestias para, sobre él, colocar la carga.
Aparcero: Persona que colabora con otra en las tareas agrícolas y que aporta, además, una bestia. Recibe, a su vez, los mismos beneficios del otro aparcero.
Arado: Instrumento para labrar la tierra abriendo surcos.
Besana: Surcos que hace el arado.
Bístola: Vara o látigo con un hierro adosado en forma de pala para limpiar el arado.
Botija (o botijo): Recipiente de barro con dos asas, utilizado para llevar el agua al campo.
Bozal: Dispositivo para tapar la boca de las bestias. Suele ser de esparto.
Capacha: Recipiente de pleita con tapa para llevar la merienda al campo.
Cebero: Recipiente de pleita con asa en el que se echa el grano para el pienso de las bestias o las semillas que se han de pintar.
Cincha: Faja de lona o pleita con que se ata el aparejo a la barriga de las bestias.
Costal: Saco de lona estrecho y largo.
Cuartilla: 1.-Medida de superficie o capacidad (grano) equivalente a la cuarta parte de una fanega. 2.-Instrumento de medida con esta capacidad.
Ejero: Palo largo del arado con el que se une al ubio.
Envasar: Meter en su envase: el grano en costales o sacos, la paja en herpiles.
Estaca: Palo afilado en un extremo para clavarlo.
Gañán: Quien conduce una yunta arando.
Mancera (del arado): empuñadura que permite manejarlo.
Manilla: Anilla metálica sujeta a la pared para atar los animales.
Pintador (aquí “pintaor”): El que pinta (siembra a golpes).
Pintar (en agricultura): Sembrar a golpes.
Punto (en el arado): Parte final de la garganta del arado, con agujeros para permitir la entrada de un pasador. Según dónde se coloque éste, la reja del arado profundizará más o menos.
Reata (llevar de): Llevar las bestias cogidas del cabestro.
Soga: Cuerda de esparto trenzada.
Tiradera: Cadena que se utiliza para tirar del arado.
Ubio: Yugo para tirar del arado.