El reino de Granada, en los años que precedieron a la toma de Alhama: Los abencerrajes



De cómo se iba deteriorando el reino de Granada, en aquellos años que antecedieron al inicio de su toma por los castellano-andaluces con la conquista de Alhama en 1482, nos lo hace ver, por ejemplo, la historia de los valerosos abencerrajes en aquellos tiempos.

 Los abencerrajes, cuya denominación se ha venido recogiendo en nuestro “¡Ay de mi Alhama!” como “bencerrajes”, significa propiamente “los hijos del sillero”. Se trataba de una tribu árabe guerrera, de procedencia asiático-africana que desempeñó un importante papel en la historia del reino de Granada en el transcurso de su último siglo de existencia, el XV.



 Se trataba de una tribu o milicia valiente y denodada que mantuvo continuas y duras luchas con los zegríes, otra de las grandes familias de aquel reino, imponiéndose a los emires de Granada como una especie de guardia pretoriana y, según las circunstancias, decidían y quitaban reyes, los que, a su vez, se vengaban y deshacían de ellos cuando les era posible.

 Los enfrentamientos constantes entre los abencerrajes y los zegries, fue una de las causas esenciales de la caída del reino de Granada y su conquista por los Reyes Católicos. Así, el autor anónimo del romance “¡Ay de mi Alhama!” recoge la muerte de éstos como una de las causas que llevarían a que Muley Hacén se mereciese “una pena muy doblada, que te pierdas tú y el reino, y aquí se pierda Granada”.

 Numerosos fueron los miembros de esta destacada familia granadina que se distinguieron en el periodo que precedió a la definitiva caída de los musulmanes en la península Ibérica. En 1423 murió Yusuf III, príncipe esforzado e inteligente, uno de los mejores reyes que tuvo el reino nazarí, a quien sucedió su hijo Mohamed VII, llamado Alaisar, “el Zurdo”, quien continuo la labor de su padre manteniendo también buenas relaciones con el reino de Castilla, así como con los príncipes del Norte de África, pero quien se hizo odioso a sus súbditos por su orgullo que se transformo en tiranía.

 El gran descontento del pueblo granadino pudo contenerlos durante algún tiempo su ilustre ministro Yusuf ben Zerraj, a quien se conoce por los cronistas castellanos como “Aguacil mayor de Granada”. Ya en 1427, la situación fue incontenible y estalló una revolución encabezada por Mohamed-el-Zaguir, primo del mismo rey. Los sublevados consiguieron entrar en la Alhambra y Mohamed VII se salvó al huir disfrazado, marchando a África, donde fue acogido por el bey de Fez.

 Subió entonces al trono de Granada Mohamed-el-Zaguir, huyendo a Castilla con varios de sus parientes Yusuf ben Zerraj, mientras los que quedaron en Granada fueron sacrificados sin la menor piedad.

 Juan II, rey de Castilla, atendiendo a las peticiones de Yusuf ben Zerraj, negoció por medio de éste un tratado con el bey de Túnez para devolver el trono granadino a Mohamed VII, lo que consiguió éste con la ayuda de sus aliados, castigando con la muerte la traición de su primo Mohamed-el-Zaguir. Pero Mohamed, nuevamente en el trono, incumplió lo pactado con Juan II de Castilla, rompiéndose así las relaciones amistosas que durante un tiempo habían existido entre los dos reinos, por lo que el rey castellano se declaró en favor de Yusuf ben Almaul, nuevo aspirante al trono de Granada, quien contaba con un partido poderoso dentro del mismo.

 Yusuf ben Zerraj con las fuerzas de Mohamed VII salió al encuentro de los nuevos aliados, siendo no sólo derrotado, sino que también perdió la vida en la misma batalla. Mientras huía a Málaga Mohamed VII, subió al trono de Granada Yusuf ben Almaul, que murió al poco tiempo y era sucedido por quien había destronado, el que subía por tercera vez al trono, hasta que, ya en 1444, fue de nuevo destronado, en esta ocasión por su sobrino Osmin-al-Ahnaf “el Cojo”, enemigo mortal de los Abencerrajes, los que tuvieron que protegerse en Montefrío, proclamando rey a Abu Nazar Saad (Ismail III) quien, apoyado por el rey castellano Juan II, subió al trono en 1453.

 Narran algunos cronistas que Mohamed “el Cojo” invitó a varios Abencerrajes principales al acto de su abdicación y cuando los tuvo dentro del palacio, unos treinta y seis, los mandó degollar a traición en su misma presencia.

 Alvarez de Morales, en el capítulo “Las grandes familias” de la obra “Reino de Granada V Centenario. El Islam”, refiriéndose a los grandes linajes del reino de Granada en el siglo XV, escribe sobre los abencerrajes: “Su origen se halla en una tribu árabe del Yemen y su primer lugar de asentamiento en España fue en la región almeriense de Pechina. Se tiene noticia de la existencia en el siglo XI de un poeta de esta familia en la corte taifa de Málaga.

 La intervención política de esta familia comienza, o para ser más exactos, tiene su primer triunfo cuando consigue colocar en el trono de Granada a Muhammad IX “el Zurdo”. Era aquél un logro peligroso porque suponía romper la línea de legitimismo de la política nazarí, imponiendo una nueva en la que la fuerza o los intereses de cada momento o de cada partido condicionaban a la persona que debía ser sultán. Dicho en lenguaje llano, podía traducirse por: “Ahora me interesas tú, a ti te hago sultán; has dejado de interesarme, te quito y pongo a este otro. Vuelve a ser buena tu presencia, vuelves al trono; ya no sirves, nuevamente te vas”.



 Mientras duró su golpe para imponer a “el Zurdo”, los abencerrajes estaban bien vistos por algunos de sus vecinos musulmanes del Norte de África, además de que procuraron la alianza de Castilla. Dentro de las fronteras de Granada, junto a su constante presencia en la vida cortesana, dominaban de modo efectivo Guadix y su zona.

 Tan fuerte llegó a ser su influencia que, al morir Muhammad IX, lograron imponer otro soberano, Sa´d, a quien llegó a agobiar tanto la tutela de los abencerrajes que hizo asesinar a dos de los miembros más importantes de la familia. El resto huyó a Málaga, desde donde intrigaron, con éxito, para buscar un sustituto al sultán nazarí. El candidato era el propio hijo del sultán, el futuro Muley Hacén.

 Poco duró aquella alianza. En los primeros años de su gobierno, con el reino ya en plena descomposición y con la guerra civil asolándolo, el hermano de Muley Hacén, “el Zagal”, se rebeló contra él, ayudado por los abencerrajes. En pocos años habían enfrentado a padre contra hijo y a hermano contra hermano. Incluso llegaron a planear un complot para asesinarle en la propia Granada. La represión de Muley Hacén contra los abencerrajes fue feroz. Muchos miembros de la familia fueron ejecutados y el resto huyó a zonas andaluzas en poder de los castellanos.

 Como consecuencia, se tramó la última intriga en la que tuvieron parte; fue ponerse a favor de Boabdil contra su padre. De este modo, al llegar el final del reino granadino, los abencerrajes seguían siendo activos protagonistas de su historia. A su lado estaban cuando se entregó Granada y con él la abandonaron, marchando temporalmente a las Alpujarras, aunque en 1493 se trasladaron definitivamente al Norte de África.



 A medias entre la historia y la leyenda, aparece en este proceso entre abencerrajes y Muley Hacén la figura de Isabel de Solís, la cristiana que, convertida al islam con el nombre de Zoraya, acabó siendo esposa de Muley Hacén y llegó a influir tanto en sus sentimientos, que provocó el enfrentamiento de éste con su otra esposa Fátima. Los abencerrajes consideraron aquello como un insulto y se opusieron desde entonces al sultán”, todo ello con la consecuencia histórica que tuvo, la misma pérdida del reino de Granada por parte de los musulmanes.

 Esto mismo queda recogido en la crónica de Baeza que dice: “Estando pues este rey (Muley Hacén) metido en sus vicios, visto el desconcierto de su persona, leuantáronse ciertos caualleros en el reyno, así criados de la reyna como de el rey su padre della, y alçaron la obediencia del rey, y hiciéronle cruda guerra. Entre los cuales fueron ciertos de los que decían abencerrajes, que quiere decir los hijos del sillero, los quales eran naturales de allende, y auían pasado a esta tierra con deseo de morir peleando con los christianos. Y en verdad ellos eran los mejores caualleros de la gineta y lança que se cree que ovo jamás en el reyno de Granada; y aunque fueron casi los mayores señores del reyno, no por eso mudaron el apellido de sus padres, que eran silleros, porque entre los moros no suelen despreciarse los buenos y nobles por venir de padres oficiales.



 El rey, pues, siguió la guerra contra ellos, y prendió y degolló muchos de los caualleros, entre los quales un día degolló siete de los abencerrajes; y degollados los mandó poner en el suelo, uno junto a otro, y mandó dar lugar a que todos los que quisiesen los entrasen a ver. Con esto puso tanto espanto en la tierra que los que quedaban de los abencerrajes muchos de ellos se pasaron a Castilla y unos fueron a la casa del duque de Medina Sidonia, y otros a la casa de Aguilar; y ay estuvieron, haziendose muncha honra a ellos y a los suyos, hasta que el rey Chuiquito, en cuyo tiempo se ganó Granada, reynó en ella, que se bolbieron a sus casas y haziendas. Los otros que quedaron en el reyno, poco a poco los prendió el rey; y dizen que de solo los abencerrajes degolló catorze, y de otros caualleros y hombres esforçados y nombrados por sus personas fueron, según dizen, ciento veinte y ocho”.

 Los abencerrajes, además de por su valor, también por su caballerosidad y nobleza, entraron igualmente en la historia y en la leyenda. Son muchos los hechos que avalan lo que afirmamos. Entre otros, recordemos aquella actitud del abencerraje, hijo del alcaide moro de Ronda, que viéndose cautivo tras una esforzada lucha con varios caballeros cristianos prorrumpió a llorar ante el mismo alcaide cristiano de Antequera y, sorprendido éste al ver a uno de esa tribu en esta actitud, le preguntó por qué lo hacía, ya que consideraba que no había abencerraje cobarde ni tan flaco de espíritu que se mostrase abatido por un infortunio, a lo que replicó el moro: “No me intimidan el cautiverio ni la muerte. Mi negra fortuna ha quedado afligida en el más hondo de los pesares... Hace años que es señora de mi libertad Jarifa, hija de un enemigo de mi linaje y alcaide de un castillo inmediato. Por ella he teñido mi lanza en la sangre de tus cristianos. Mi fiel amada me esperaba esta noche para huir conmigo y celebrar secretamente nuestra boda. Ahora aguardará en vano toda la noche”.

 A esto dijo el buen alcaide Rodrigo de Narvaez: “¿Juras como caballero volver a poder mío si te doy libertad para que vayas y cuentes tu desgracia a tu mora?”, a lo que el abencerraje contestó que sí, por lo que Narvaez entregó un caballo y una lanza al mismo y le indicó que al día siguiente se presentaría ante él en Antequera.



 “Diligente el moro llegó a los jardines donde le aguardaba Jarifa -escribió De la Rada-, describió su cautiverio y el juramento que le obligaba a volver a prisión. La mora se propuso entonces seguirle como esposa y compañera de infortunios, sin que el abencerraje pudiera disuadirla, pintando las penalidades del cautiverio. Jarifa sacó secretamente sus joyas y sus ricos adornos mujeriles, y colocada en la delantera del caballo entre los brazos de su amante, huyó del hogar paterno. Ambos entraron en Antequera, se arrojaron a los pies de Narvaez, y le dieron las alhajas como precio del rescate.

 El alcalde, magnánimo, “sois libres -les dijo-, ornen esos presentes la sien de la desposada, y añada a ellos los que yo le dono en este momento”, y dio a la mora mayores riquezas. Mandó en seguida que todos los caballeros y señoras de Antequera acudieran a rendir homenaje a los leales amantes; escribió al padre de la novia intercediendo para que la personase, y dispuso que una lucida escolta los pusiese salvos en las puertas de Ronda”. Este hecho se data en la segunda década del siglo XV, y se cuenta, como hace consta, que poetas musulmanes y cristianos escribieron trovas sobre el mismo, elogiando a sus tres protagonistas.

 Otro hecho de caballerosidad de un abencerraje fue el de aquél que salió a defender el honor de Alonso de Aguilar cuando este no se presentó al desafío que le hizo Diego Fernández de Córdoba. Este desafío tuvo por origen las desavenencias suscitadas entre ambos nobles con motivo de la proclamación del infante don Alonso, hermano del rey de Castilla, en Ávila. Había seguido el primero el partido del infante, y el segundo el del rey, llegando Alonso de Aguilar a encarcelar a un hijo de Diego Fernández de Córdoba para que el padre de éste entregase la fortaleza de Alcalá la Real.



 Todo esto llevó a que Diego Fernández de Córdoba retase a duelo a Alonso de Aguilar, para lo que consiguió de Muley Hacén que permitiese que este duelo fuese en la misma Granada como territorio neutral. Alonso de Aguilar no se presentó, no fiándose del rey de Granada del que era duro enemigo, entonces Diego Fernández de Córdoba comenzó a pronunciar insultos contra su adversario, ante lo cual, el abencerraje, que sabía de las altas prendas de caballerosidad y de hidalguía que siempre distinguieron al retado, plenamente convencido de que si no había asistido al duelo no era por miedo sino por justo y natural temor al rey granadino, se vistió rápidamente con su armas y montando a caballo saltó la valla del palenque situándose ante el retador resuelto a defender la honra ultrajada del ausente.

 Este atrevimiento puedo costar muy caro al abencerraje, ya que su valiente actitud indignó a Muley Hacén, hasta el punto de indicar su inmediata ejecución, la que no se llevó a cabo por encarecida petición del mismo Diego Fernández de Córdoba.

 Fue también un abencerraje quien discutió sobre religión con Juan de Vera, cuando éste acudió a la corte granadina como embajador de los Reyes Católicos, poco antes de que se llevase a cabo la toma de Alhama, en diciembre de 1481, como nos dice Bernáldez : “Este año fue Juan de Vera, fijo del comendador Diego de Vera, enviado a Granada por enbaxador; e estando en la Alhambra, ovieron unos moros disputa de cosas de la fe, e un moro benzerraje dixo que Nuestra Señora la Virgen María no quedó virgen después que parió a Nuestro Señor Jesucristo; Juan de Vera dixo que mentía, e lo hirió con la espada en la cabeza; e el rey don Fernando se lo agradeció mucho, e le dio mercedes”. E Isabel la católica fue cuando decidió que cuando se fuesen tomando las ciudades y lugares de todo el reino de Granada, la primera iglesia que se erigiese en cada uno de ellos como en sus mismas catedrales, estarían dedicados a Santa María de la Encarnación, como así sucedió.

 Ya en 1485, el amor de un abencerraje por la hermana de Boabdil, causó la muerte de los principales de esta familia en los mismos jardines y salones de la Alhambra. Este hecho no está adecuadamente confirmado, aunque se indica que fue el mismo el que dio nombre a la denominada “Sala de los abencerrajes” de la Alhambra. Ginés Pérez de Hita, en su “Historia de los bandos de los zegries y abencerrajes”, lo da como cierto y Chateaubriand escribió una novela sobre el mismo, en la que se basó Jouy para escribir el libreto de la ópera titulada “Los abencerrajes” de Cherubini.