José Maya Cortés “El Chato Maya” (Alhama 1907-1990), forma parte de esas personas que hicieron que la convivencia entre todos fuera una normalidad alhameña, en la que nunca se llegó a plantear una diferencia en cuestión de culturas o razas y en la que todos crecimos formando parte de una gran familia. Un ejemplo que nadie se propuso ni se planteó, porque no hizo falta y formaba parte de la normalidad en Alhama.
Organizado por un grupo de familiares y amigos, el pasado sábado 14 de junio, tuvieron lugar en Alhama varios actos en recuerdo y reconocimiento ciudadano hacia José Maya Cortés, popularmente conocido y querido por "El Chato Maya", a quien, a pesar de que hace casi un cuarto siglo que falleció, se le sigue recordando y queriendo por su talante de bien, su característica excelente disposición para ayudar a los demás y alto sentido del respeto entre todas las personas, muy por encima de condiciones sociales o de cualquier otro tipo.
José Maya Cortés, hijo, nieto y descendiente de una familia que se asentó en esta a ciudad hace siglos, fue siempre como persona y alhameño toda una institución, tanto para los gitanos como para los payos, al que acudían uno y otros por su valores de bien hacer, con tacto y compromiso para resolver cualquier cuestión o situación que pudiese dañar o empañar las buenas relaciones entre las personas.
Así, en este acto se le quiso rendir un recuerdo como a él le agradaría, con la participación de toda su amplia familia, de confraternidad entre familiares -hijos, nietos y bisnietos, tanto de sangre como por vinculaciones matrimoniales-, amigos y alhameños en general que llegaron a conocerlo y que, en tantos casos, jamás han dejado de dedicarle un recuerdo de afecto.
A la una de la tarde, con un salón de actos lleno a rebosar se iniciaba este recuerdo a José Maya Cortés “El Chato Maya”, con un especial esbozo de su vida, personalidad y condición por parte de Andrés García Maldonado, quien fue interrumpido en varias ocasiones por las ovaciones y vítores de los asistentes, al tiempo que la emoción de sus palabras hicieran utilizar los pañuelos en más de una ocasión. Andrés, además de ser presidente del Patronado de Estudios Alhameños e Hijo Predilecto de Alhama, entre otras cosas, intervino como amigo de la familia Maya desde la infancia.
Varias y emocionantes intervenciones de familiares completaron este primer acto en el ayuntamiento, a lo que siguió el descubrimiento de una placa en su casa del Matadero la número 5 (hace unos años renumerada ya que originariamente era la 4). La placa fue esculpida en piedra por el maestro cantero alhameño José Andrés Ciruela “Boti”. Tras el descubrimiento de la misma Juani Olmos leyó un poema que escribió para el acontecimiento.
Homenaje a Chato Maya Hijos, nietos y bisnietos, La gran persona que fuiste, Recordar a José Maya, |
Si alguien lo necesitaba, Un ser humano entrañable Nos has dejado un sello, Juani Olmos Castillo |
Emociones
Y si emocionante fue el acto del ayuntamiento y el de la placa no menos lo fue el de las personas que intervinieron a los postres de la comida que se realizó en el Ventorro, recordado la figura de su padre, abuelo, bisabuelo y amigos de José, que, lejos de un recuerdo triste se convirtió en un Chato presente querido y admirado con las anécdotas, sentimientos, evocación y risas que provocaban el recordatorio de esas anécdotas que protagonizó simplemente por su manera de ser, por su personalidad y porque lleva ese sello de alhameño pintoresco y peculiar que forma parte de ese paisanaje de buenas gentes que le han dado mérito y han dejado su huella en nuestra tierra y que siempre permanecerán en el recuerdo, y que también, gracias a ellos, a los alhameños nunca nos han sido ajenas las palabras de convivencia e igualdad, ni tan siquiera cuando ni se utilizaban ni se las conocía como ahora, yo al menos no recuerdo haberlas escuchado en aquel tiempo (del que no hace tanto), simplemente era así.
Interesante todo lo que se habló, recordó y dijo, real porque muchos hemos sido protagonistas en esta reciente historia y la conocemos, histórica por los datos aportados siguiendo la línea sucesoria de la familia Maya que Andrés García Maldonado inició con los terremotos de 1884, y que sirvió de base para ir enraizando acontecimientos y conocer a este personaje singular, sentimental en tanto echamos de menos a las personas queridas que nos dejaron, gratificante en cuanto al girar la mirada a nuestro alrededor y ver el legado que dejaron, y alegre porque el personaje suscita aprecio y simpatía.
Y para terminar, como dijo su nieto al que cuento entre mis amigos, Rafael Jiménez Maya, que aunque sea una frase hecha no deja de ser cierta en este caso, detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, por eso tampoco podemos dejar de recordar a La Chata, María Maya Medina, ambos fueron los ‘culpables’ de esta gran y querida familia.
Vídeo integro de las intervenciones
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Nota; aunque al principio del vídeo se data el 14-mayo-2014, es un error, siendo el 14-junio-2014.
Imágenes de un emocinante día
En el salón de actos del ayuntamiento de Alhama
Descubrimiento de la placa en su casa 'de toda la vida'
Comida y fiesta en El Ventorro
Reportaje gráfico de Juan Gabriel López Márquez
Fotos del recuerdo
Estas dos imágenes de José Maya en 1957 con unos amigos
¡Va por ti José!. José Maya Cortés (Alhama 1907 - 1990)
Son muchas las personas que, tanto a Andrés directamente como a nosotros, nos habéis solicitados las palabras de Andrés, a continuación las reproducimos:
DON JOSE MAYA CORTÉS
Aquél triste día de finales de diciembre de 1884, los gitanos de Alhama, a los que se sumaron todos los de esta comarca, empujados por la natural dicha e inevitable sentido innato de honda gratitud, que, como el mismo dolor que sentían por los demás, no podían contener, expresaban la inconmensurable alegría de haber salvado la vida. Se congregaron, llegando por doquier, en la ermita de los Remedios, convertida en aquellos meses en templo parroquial.
Tras la función religiosa que se ofició, procesionaron, de forma espontánea y con inmenso fervor, a la que consideraban su Virgen salvadora, la de los Remedios, su vecina y la que daba nombre al extenso antiguo adarve de las murallas donde tenían sus moradas la mayoría de ellos.
La noche fría y cerrada se transformó en llena de luz y calor, de sentida fe y expresivas devociones. Con su más genuina y antigua forma de rezar, con la infinita ternura del que siente que ha vuelto a nacer, cantaron por soleás, polos, malagueñas, jaberas y seguidillas del Santo olio. Todos a una agradecían a su Virgen el milagro que palpaban de que ni uno sólo de ellos había sufrido físicamente las consecuencias de los tremendos movimientos sísmicos de aquella noche de Navidad en la que, a la hora dichosa de la cena, sintieron que la tierra se estremecía y quebraba el gozo navideño de toda Alhama y su comarca y, con ello, el propio de ellos.
Todos, y no eran pocos, varios cientos, se encontraban ilesos así como sus caballerías, para la mayoría lo más importante de su hacienda y medio imprescindible para vivir.
Entre la multitud que había acudido a la acción de gracias, en primera línea, junto al respetado patriarca gitano Frascuchi, además de su hijo Puntero y las reconocidas familias de Frasquete y Carmona, estaría probablemente Francisco Heredia, el que vivía a la sazón en Adarve Remedios, quien, igualmente que los demás, se desgañitaba dando ¡Vivas a la Virgen de los Remedios! Exclamando que era “la mejor de toas las Vírgenes, la que nos ha salvao a todos los gitanicos, que hemos tenío más suerte que los casteyanos”, para los que pedían que Nuestra Señora también los amparase y aliviase en su tremendo dolor y sufrimiento.
Corriendo el tiempo, veinte y tres años después, aquel 3 de julio de 1907, el bueno de Francisco Heredia Medina comparecía -en este mismo lugar donde hoy nos encontramos- ante el juez don Antonio Jiménez del Barco y el secretario judicial don Francisco Vinuesa, acompañado de los testigos Antonio Arjona Gómez y José Béaz Montoro, el uno maestro zapatero y el otro joven carpintero, para inscribir en el Registro Civil, al segundo hijo de sus sobrinos alhameños José Maya Martín y María Cortés Córdoba, de veinticinco y veintiún años, respectivamente.
Un varón nacido el mismo día de San Juan, a la hora última de la tarde, cuando se retiraban los tratantes de ganado tras la primera jornada de la concurrida Feria de Ganados, niño al que se le ponía el nombre de José, José Maya Cortés. Quien vino al mundo en la casa de sus padres y abuelos paternos, en la alhameña calle Matadero, la que en el transcurrir de toda su vida sería su solar y morada, y la de sus hijos, la casa de los Maya en esta ciudad de Alhama, la que formaba parte del entorno del Portillo y calles adyacentes, las que desde el siglo XVII no han dejado de fijar su mirada en la Ermita de los Remedios.
Toda la Alhama cercana a este entorno sería el especial escenario del transcurrir de sus primeros años, como para tantos chavales lo fue antes y lo seguiría siendo después. Para él, muy especialmente, lo que era el centro de la ciudad, paseo-placeta y, más concretamente, la denominada Placeta de los Arcos, hoy plaza de la Constitución, donde se situaba el mercado amplio y abierto, al raso, de quita y pon diario, donde ya su familia venía dedicándose a la venta de carne desde mucho antes de que el viejo e histórico acueducto se echara abajo para que sus piedras vinieran a formar parte de la construcción del edificio en el que hoy nos encontramos en su reconstrucción de 1877, treinta años antes de su nacimiento.
Desde su niñez y primera juventud la vida de José, bueno y noble desde su misma cuna, corrió paralela a las actividades y trabajos de sus mayores, especialmente de su padre, compartiendo hogar con sus hermanos Antonio, el mayor, Teresa, Dolores, Laureana, Francisca y Angelita, y con una madre afable y bondadosa, como recuerdan sus nietos, como era María Cortés Córdoba.
La familia Maya, ya desde el abuelo de José, José Maya Heredia, era la primera abastecedora de carne en Alhama, incluido el Balneario, desde los tiempos en los que don José Martos Pérez, bastantes décadas atrás, era propietario del mismo. Prestigio y servicio que supo mantener a los largo de toda su vida José, con plena satisfacción y consideración entre abastecedor y abastecido, convirtiéndose pronto la relación comercial en respetuosa amistad con los propietarios que se fueron sucediendo.
Así la familia Maya, con raíces alhameñas inmemoriales y con sangre granadina y malagueña -nada hay nuevo bajo el sol- como igualmente se repite hoy en hijos, nietos y biznietos, se asiente más y más, y para siempre, en la vida y convivencia de nuestro pueblo, en la misma Historia de Alhama.
Junto a sus cualidades de hombría de bien, sumaba las físicas de mozalbete de buen parecido y planta. No sabemos quien conquistó a quien, ante la bondad y atractiva belleza de aquella chiquilla que se llamaba María, María Maya Medina. El tenía cuatro años menos que su agraciada prima segunda; entonces, ¿fue el ímpetu conquistador de él? o ¿fue el talento de ella lo que lo atrajo? En fin, dejémonos de cábalas, en esto nunca se llega a saber quien se salió con la suya, quizás por aquello de que el varón, entonces, que no ahora, elegía y la mujer definitivamente decidía. Lo cierto es que se enamoraron y un día del histórico año de 1931, el 30 de septiembre, contraían matrimonio que sí lo fue, gracias al amor y respeto que se profesaban, para toda la vida.
Para toda unas vidas que estuvieron dedicadas a sus hijos, Teresa, Francisca, María, Trinidad, Antonia, Fina, Pepe y Charo, mi compañera de pupitre en la escuela de don Juan, cuando era impensable que una clase podía tener algo de mixta.
José y María, María y José, compartieron amorosamente la dedicación a sus hijos, como lo harían después a la familia que iba creciendo y creciendo, y, más aún, fueron, en todo momento y circunstancia, una misma cosa en la entrega por los demás, cada uno desde el papel que la sociedad de aquellos años rigurosamente imponía al hombre y a la mujer.
Corresponde, porque así lo sentimos tiernamente, que aquí y ahora, en nombre de cuantos, presentes o no, nos encontramos unidos en torno a la memoria de José y María, elevemos nuestro emocionado recuerdo, al nieto de ambos Diego, Diego Jiménez Maya, y a quienes fueron sus yernos José Román, Eduardo Jiménez, Antonio Santiago y Luis Soto, los que se, juntos todos, están compartiendo estos momentos desde lo mejor de los Cielos Divinos.
Formaron una familia, que con sus raíces, está por el momento constituida por siete hijos, sesenta nietos y cuarenta bisnietos, entre los que "Papa Chato" es inolvidable e insustituible. Por supuesto, a estos 107 descendientes hay que sumar, ¡faltaría más!, sus yernos Juan Antonio Ruiz, Manolo Cortés, quienes siempre me ha hablado de él como si de un padre se tratase, Encarnación Arnero y Pepe Gómez.
Siendo bastante más que suficiente cuanto se ha dicho para que estemos aquí hoy familia y amigos, no es la razón única para que hayamos extendido este acto a los alhameños en general. A esos que sí sienten a esta tierra y a las buenas gentes que en ella, de alguna forma, han dejado huella de limpia entrega.
Específicamente, José Maya no participó en grandes actuaciones políticas o ciudadanas, no descolló en campo artístico o científico, no despuntó en actividad deportiva, ni siquiera fue aficionado al fútbol, aunque, eso sí, si fue un riguroso entendido del arte de Cúchares y un magnífico aficionado al séptimo arte.
Ahora bien, sí le es debió en justicia este tributo de encomio, y además en mayor medida, por algo mucho más elevado para los seres humanos, como criaturas universales: por propiciar a lo largo de toda su existencia la paz y la concordia, la solidaridad y la ayuda, la convivencia y la buena vecindad, entre las personas, entre todas las personas.
Como hombre de buena voluntad, José Maya, cortés por apellido y condición, fue, ante y sobre todo, una persona generosamente buena en el sentido noble de la palabra que diría el poeta. ¿Hay motivo, causa o justificación más elevada? Pues sí, que esa cualidad se dedique de un modo excepcional a los demás, como así fue una y cientos de veces, con la persona que nos ocupa:
- Así, como cuando cada mañana, en tiempos de tremenda escasez, colocaba un saco lleno de panes tras la puerta de su vivienda para entregarlos a los que padecían verdadera hambre.
- Así, como cuando a los más necesitados les proporcionaba alimentos, con cierta regularidad, o les indicaba que se pasasen por su carnicería, que María les atendería.
- Así, como cuando por las mañanas, a punto de partir para el campo los jornaleros, preguntaba a un que otro que cómo llevaban la capacha y les indicaba que antes de emprender el camino pasasen por su puesto de la Plaza.
- Así, como cuando eran los primeros en acudir cuando cualquier familiar o vecino se encontraba en una situación difícil o atrapado por el dolor, la enfermedad o la desventura.
- Así, como cuando se enteraba o le llamaba la Guardia Civil, una y otra vez, a cualquier hora del día o de la noche, ante la complicada situación en la que se encontraba o se había metido un gitano.
- Así, como cuando intervenía decidida y decisivamente ante momentos conflictivos entre familias evitando encontronazos o que la cosa- fuese a mayores.
- Así, como cuando llegaba a Alhama alguien que comprobaba que no era persona apropiada para residir en este pueblo y le facilitaba, compensándole, la marcha.
- Así, como cuando se cometía una injusticia, como con aquel pobre hombre que, por coger un poco de leña para calentar a su familia en días de frío y nieve, le iban a hacer pasar la noche en la cárcel y, dando su palabra que al día siguiente lo devolvería al cuartel, le evitó la prisión.
- Así, como cuando lo que imperaba era tomar el bando de los vencedores y discriminar a los muchos vencidos que quedaban por aquí, no tomó facción alguna, procurando desde sus posibilidades lo justo.
- Así, como cuando a un que otro cacique, a su forma, como el que no lo quería, pero mirándole a la cara, llegó a hacerle ver que actuaba bastante incorrectamente, aunque fuese tan sólo diciéndole "vamos a dejar el tema y compartamos un vino que comentan que enternece el corazón".
- Así, como cuando siendo el egoísmo lo que a tantos unía, él empleo siempre a fondo lo mejor de sus sentimientos para labrar y mantener inquebrantable amistad con no pocas personas, como los atestigua los excelentes amigos que siempre tuvo, entre otros muchísimos de toda Alhama, hagamos uso del número sagrado, los buenos de Federico Jiménez Moya, Luis Espejo Guerrero, Carlos Pérez Pérez, Rafael Muñoz Amador, Antonio Román, Manuel Luque Ruiz o su entrañable e inseparable Antonio Negro Olmos, con los que pasó horas casi a diario de su vida en el “Andaluz”, eso sí, él, siempre, de barra hacia fuera.
Y sobre todo, como conjugación de lo dicho, Sr. Alcalde, queridos amigos y paisanos, por lo que toda Alhama le debe estar permanentemente agradecida es porque en tiempos en los que el entendimiento no era lo usual, por la intransigencia mamada de unos, la falta de sensibilidad de otros y las ridículas convicciones y apariencias sociales de a época, José Maya consiguió, con la buena actitud de un que otro familiar o amigo -a los que brindamos también nuestra gratitud y reconocimiento-, que la convivencia entre payos y gitanos aquí en Allhama, cuando lo que imperaba por todas partes era la discriminación y el distanciamiento, fuese respetuosa, un ejemplo del que siempre hemos presumido unos y otros, que ha tenido y tiene merecida fama en las provincias de Granada y Málaga, como modelo a seguir que, hasta hace pocas décadas, no se daba en poblaciones no muy lejanas a la nuestra, mientras que, cientos y cientos de payos y gitanos alhameños, dieron fiel testimonios de ello por toda la geografía española.
Nada más, ni nada menos, que por eso nos hemos reunido aquí hoy en nuestra Alhama para, desde lo mejor de la memoria y lo más hondo de los corazones, rendirle imperecedero testimonio de apego y gratitud.
Sintámonos todos satisfechos, plenamente dichosos, y a quien considere que no tenemos motivo para ello, así respetémosle, precisamente, porque así lo haría él. Ahora bien, yo no me puedo callar, el que así piense, por favor, que procure mirarse un poco hacia su interior porque puede que se de cuenta que esta vacío, muy vacío, escaso en sentimientos y alma.
Ahora, por lo general, es fácil, muy normal, percibir que las personas, absolutamente todas, nacemos con igual dignidad, ya cada una, por sí sola cultivará su forma de ser y relacionarse con los demás. Bien hemos aprendido que la discriminación no es otra cosa que un intento de ocultar complejos o ejercer la indignidad, ya sea de payos a gitanos o de gitanos a payos, que de todo ha habido, y algún rescoldo puede quedar a superar, no olvidemos que aún llevamos metido en el cuerpo el ancestral miedo a la oscuridad desde la Noche de los Tiempos.
José Maya pasó también momentos malos y reveses, cosas que a todos nos llegan, a veces como suele pasar a causa de los más cercanos, pero los supo afrontar y sacar sus lecciones. Nunca endosó sus problemas y sufrimientos a los demás. Lo que no sabemos es si todos hemos estado a la honrada altura de su ejemplo de bien, quien así no lo haya hecho es seguro que él le habrá perdonado, aunque eso sí, su conciencia se lo estará recriminando.
Como amigo de la familia e Hijo Predilecto de esta amada Ciudad tengo el honor de efectuar la dedicatoria de este emocional e histórico homenaje. Cuento con la suerte de necesitar los dedos de las dos manos para contar los amigos inconfundibles que poseo. Uno de ellos, de toda la vida en el literal sentido de la expresión, es Pepe, en este caso Pepe Maya IV, por lo que mi relación con él y su familia lo es desde la infancia, de siempre y para siempre.
Así, al hablar hoy desde mi más apreciada dignidad de Hijo Predilecto de Alhama, es algo así como el compartir el inmenso honor recibido para toda mi existencia con quienes igualmente se lo merecen, al menos, por el amor que profesaron o profesan a esta tierra. Bendita tierra a la que, la inmensa mayoría, en la medida de sus posibilidades, se ha entregado de algún modo, aunque sea únicamente queriéndola y sintiéndose orgullosos de ella, lo que ya es fundamental.
En nombre de la organización, gracias al alcalde de Alhama, José Fernando Molina López, por la atención y sensibilidad prestado a estos actos; gracias a nuestro maestro cantero José Andrés Ciruela Raya, por la artística placa que ha realizado, la que permanecerá dando fiel testimonio en la fachada de la casa de los Maya; gracias a mi buen amigo Carlos Molina Jiménez por la esencial colaboración prestada, y gracias a todos los que habéis acudido al llamamiento del justo reconocimiento, dando testimonio de cariño a una persona que partió para la Eternidad el día de Santa Teresa de 1990, porque, permitirme que lo exprese así, estáis ejerciendo un estricto acto de justicia hacia un hombre bueno que nos dejó el ejemplo de propiciar siempre la tolerancia y la concordia entre todos: Don José Maya Cortés.
Andrés García Maldonado
14 de junio de 2014.
Salas Capitulares del Excmo. Ayuntamiento
de la Muy Noble y Leal Ciudad
de Alhama de Granada.