Se volvió a procesionar la imagen de la Virgen de los Ángeles



Salió de la ermita de Los Ángeles, enclavada en los tajos, a las ocho de la mañana para regresar doce horas más tarde, tras hacer sido venerada en el convento de San Diego.




 A las ocho de la mañana estaban citadas todas aquellas personas que quisieran acompañar a la imagen en su salida de la ermita hacia el pueblo.

 A pesar de ser una fría mañana, numerosas personas en su mayoría mujeres esperaban impacientes para acompañar a la Virgen rezando el rosario en procesión en dirección al convento de San Diego. Donde se celebró una eucaristía en su honor.

 La imagen permaneció en el convento hasta las siete de la tarde acompañada durante todo el día en la iglesia de personas que se habían comprometido a ello. Dando oportunidad para poder verla a aquellas que bien por horarios de trabajo, enfermedad o edad no pueden personarse en la ermita.

 A las siete de la tarde salió del convento con una despedida muy especial por parte de las hermanas clarisas que por su edad y circunstancias no sabemos qué pasará el año próximo.

 Acompañada por el Sin Pecado de la Hermandad –presidió la procesión- un flautista-tambor, varios cohetes y un gran número de personas, hombres, mujeres y niños. En número superior al del año pasado. La imagen llegó a la iglesia del Carmen – en la que esperaba numerosas personas su llegada- donde saludó a la patrona, Nuestra Señora de las Angustias, entre cantos y aplausos.

 A las siete treinta de la tarde aproximadamente fue acompañada de nuevo a su ermita. Con una despedida en el arco realizado por el ayuntamiento -símbolo de la entrada-salida del pueblo- entre aplausos y canciones tocadas por un flautista-tambor invitado por el párroco para esta ocasión.

 A pesar de las controversias de si se procesionaba la imagen o no, la amenaza de tirar o no tirar cohetes, todo transcurrió con normalidad, con más afluencia de fieles que el año pasado, los actos programados se han vivido con respeto, emoción y sentimiento.

Agradecimiento a la familia Retamero

 Para evitar confusiones conviene aclarar que la ermita, así como el resto de ermitas existentes en la provincia de Granada, según consta en los libros, pertenece a la curia desde hace cuatrocientos años. En concreto la ermita de los Ángeles antes de la guerra, la parroquia pagaba a un hombre –el ermitaño- para que encendiera las mariposas a la Virgen.

 La imagen que se venera en la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles, fue donada tras la Guerra Civil por Juan Ribera García y su esposa Cesaria García García. - bisabuelos de Mari y Tere Crespo -. Es de unos 60 centímetros de alto, y sostiene sobre su mano izquierda al niño en actitud de bendecir.

 Sucesivas generaciones de la familia de los Retameros que, en categoría de ermitaños han cuidado gustosa y voluntariamente por cuidar de ella. Un mantenimiento que básicamente consistía en la limpieza y reparación del recinto, aunque lo más importante -lo principal- era procurar que nunca le faltase a la imagen de la virgen una lucecita que había de permanecer siempre encendida -entonces contaban con las "mariposas" que flotaban en aceite. Esa tradición fue pasando amorosamente de padres a hijos.

 Alrededor de los años cincuenta cuidaba de la ermita Isidoro Retamero, que ya mayor continuaba con la tradición heredada de su padre Cristóbal, de su abuelo Juan y de su bisabuelo y su tatarabuelo… Luego guardaba los enseres de limpieza en la parte de atrás de la capilla, donde hacía muchos años su abuelo Juan había excavado en plena roca, con sus propias manos, una gran cueva con varias estancias -incluida una cocina con chimenea y salida de humos al exterior- que luego utilizó como vivienda de ermitaño.

 Pero llegó el momento en que no tuvo más remedio que aceptar la evidencia de su avanzada edad y, como mandaba la tradición en su familia, trasladar a su hijo Antonio Retamero la responsabilidad del cuidado de la ermita.

 Su hijo la aceptó encantado y de ello se ocupó hasta que las circunstancias sociales y económicas de finales de los años cincuenta del pasado siglo le forzaron, como a tantos otros alhameños, a emigrar a Barcelona.

 Antonio cedió pues la responsabilidad de la ermita a una familiar, Carmen Pinos, quien al poco también se vio obligada a marcharse de Alhama.

 Fue de esta forma como Carmen Pinos, pariente de la familia de los Ponches, pidió a José que a partir de ese momento cuidasen ellos de la ermita, puesto que vivían muy cerca y también eran devotos de esa imagen.

 La custodia de la ermita de los Ángeles pasó definitivamente a esta familia, donde Teresa fue asumiendo poco a poco los cuidados de la ermita; Comenzando así una nueva etapa en la historia de este santuario.

 La consagración de Teresa a los cuidados de la ermita ha merecido, el reconocimiento público a su desinteresada labor por parte de Alhama de Granada, mediante la concesión de dos galardones: el Premio Alhama Ponte Guapa, que otorga el ayuntamiento de la ciudad y, más recientemente, el Diploma a la Conservación concedido por el prestigioso Patronato de Estudios Alhameños.

 Para terminar es de justicia hacer un reconocimiento en nombre del pueblo de Alhama y en el mío propio a toda la familia Retamero, por haber cuidado y mantenido la ermita tantos años, en una época tan complicada y en circunstancias difíciles.